julio 17, 2022• PorRoberto Astaburuaga
En Chile, en la Convención donde se extienden las sombras.
Cuatro grupos históricamente excluidos con derechos privilegiados
Siete órganos para los activistas
Once sistemas de justicia para los pueblos indígenas
Una Cámara para Apruebo Dignidad, sobre el resto de los chilenos,
en la Convención donde se extienden las sombras.
Una Constitución para dominarlos a todos, todas y todes. Una Constitución para encontrarlos,
una Constitución para atraerlos a todos y en la oscuridad atarlos,
en la Convención donde se extienden las sombras.
Un autor inglés, amante de la cerveza y la antigua literatura, de la jardinería y de su país, descubrió, como le gustaba señalar, un mundo que desafiaba la imaginación de toda persona. Durante decenios fue puliendo su obra, para darle una coherencia interna tal que, a través de relatos y cuentos, el lector pudiera contemplar la lucha entre el bien y el mal que se sucedía una y otra vez a lo largo de los milenios de la Tierra Media. En su obra más conocida, Tolkien entretejió el destino de los Pueblos Libres con la misión encomendada al más pequeño, débil e inesperado de ellos… un hobbit. Entendiendo el peligro de su misión, con sacrificios y tentaciones, caminó, junto con ocho amigos ―una auténtica comunidad―, en la dirección que el Enemigo jamás imaginó: destruir el Anillo Único, fuente de un poder infinito, pero que corrompía, tarde o temprano a quien osara a reclamarlo para sí.
Miles de años después y en el mundo que nos toca vivir, en un pequeño país acorralado entre las montañas y el mar, al suroeste del mundo, un conciliábulo de criaturas de las más variadas tendencias ideológicas, políticas, profesiones y orígenes, se sentó a discutir y votar sobre el contenido de un texto que debía regirlos. Pero la analogía llega hasta acá, porque en vez de unirse para destruir un Anillo, decidieron forjar uno nuevo.
Un Anillo Único: la Constitución de la Convención. Ambos intrínsecamente relacionados con el Poder y que, en manos equivocadas, solo traerán dolor y sufrimiento.
En el Concilio de los convencionales, la historia de Chile fue eliminada de un plumazo y un nuevo amanecer se proponía con normas rayan en la locura: aborto libre, fin de la libertad de enseñanza, un estatismo asfixiante, división de los chilenos.
No eran elfos, enanos y hombres discutiendo por un bien común (lo que hace que una comunidad sea realmente una comunidad), la salvación de la Tierra Media, sino por quedarse con una cuota de poder. Orcos, trolls y dragones pelearon entre ellos, y sólo se unían cuando el Señor Oscuro imponía, sutil y hábilmente, su voluntad.
Un año duró el debate dentro de la Convención Constitucional en Chile. Durante la mitad de ese tiempo discutieron pequeñeces, pues, contrariando la lógica y la prudencia, optaron primero por darse el lujo de aprobar reglamentos absolutamente inútiles y declaraciones incendiarias, dejando una estela de adjetivos que cubrirían el texto con sus sombras. Pero todavía hay esperanza: el futuro de Chile se definirá en septiembre, y dependerá de millones de pequeños hobbits amantes del orden, el buen progreso y la paz.
Integrante del Área Legislativa
de la ONG Comunidad y Justicia
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Last modified: agosto 12, 2022