enero 17, 2022• PorIgnacio Suazo
Ha pasado más de un siglo desde que Chesterton publicó este libro, ¿podemos decir que era correcto su diagnóstico sobre lo que está mal en el mundo?
Hace mucho que no leía a Chesterton. Para aquellos que tenemos formación en ciencias sociales y llevamos –quizá– demasiado tiempo leyendo informes pulcros y ordenados, leer a este escritor y apologeta puede resultar desconcertante: es irónico, refinado, abunda en recursos literarios y el orden lógico no parece ser una de sus prioridades. Tal vez por esto último es que las primeras palabras del libro las dedica a los sociólogos y su habilidad para diseccionar problemas conocidos y aceptados por todos, sin dar solución alguna.
El libro, por supuesto, se dedica a algo más que ha criticar el oficio del sociólogo (aunque lance dardos contra mi profesión a largo de todas sus páginas). “Lo que está mal en el mundo” es fundamentalmente un diagnóstico de la sociedad moderna. “Lo que está mal –dice el propio autor– es que no nos preguntemos qué está bien”. En otras palabras, el escritor se queja del poco tiempo que dedica la gente a polemizar sobre los fines que deben conducir la vida ¿Y cuáles son estos “ideales sociales”, como el mismo escritor lo llama, que deberían movilizarnos? Para Chesterton no es más que una cosa: el hogar.
Sin duda es una dulce palabra: hogar. Un sitio que sentimos como propio. Si no es la salvación a nuestros problemas, al menos es un bien querido y anhelado por todos, transversalmente. Es en torno a este concepto-eje, que nuestro notorio polemista comienza a criticar la sociedad de su época. Al hacerlo, toca temas que nunca pasan de moda: la corrección política, la obsesión por el futuro, lo masculino, una sociedad funcionalizada y basada en el trabajo o la naturaleza de la educación.
¿Y cuáles son estos “ideales sociales”, como el mismo escritor lo llama, que deberían movilizarnos? Para Chesterton no es más que una cosa: el hogar.
El libro está dividido en breves ensayos relativamente independientes unos de otros, por lo que el lector con poco tiempo puede ir directamente a las páginas destacadas, que en mi humilde opinión son las mejor logradas. De hecho, al comienzo del libro, me sentía como un conejo haciendo pequeñas cuevas y saltando al rato a otro hoyo para empezar la tarea otra vez. Con el correr de las páginas, no obstante, me di cuenta de mi error: en realidad, las cuevas estaban conectadas por abajo por túneles aún más profundos. En efecto, Chesterton va desarrollando hábilmente un argumento en torno a la idea de hogar, saltando de un tema a otro tras cada uno de estos textos.
En su búsqueda de hacer un diagnóstico del mundo buscando los primeros principios de un orden justo, Chesterton termina haciendo un diagnóstico en plena sintonía con la Doctrina Social de la Iglesia. Ella misma nos recuerda que los problemas “valóricos” y los “sociales” no son más que dos caras de una misma moneda.
El escritor inglés propone que sin una casa que padre, madre e hijos puedan sentir como propia, difícilmente estos lograrán sentirse “como pequeños dioses”; personas dignas y dignificadas. El hogar, a su vez, difícilmente se convertirá en una realidad sin el acceso a la propiedad, por pequeña que esta sea. El argumento no es nuevo y de hecho, es tratado en la encíclica Mater et Magistra (párrafos 104 y 113).
El dilema del hogar y la propiedad recorre todas las páginas del texto, pero es desarrollado genialmente en las discusiones entre Hudge y Gudge. Hudge representa lo que sería un típico empresario liberal afiliado al partido conservador inglés, mientras que Gudge sería lo más graneado del socialismo progresista.
A su modo, ambos socavan las raíces de la familia: el primero, defendiendo condiciones laborales que aplastan la vida familiar y el segundo, sencillamente renunciando al ideal de familia. Las condiciones descritas en el libro son sin duda diferentes a las que tenemos casi un siglo después, a varios miles de kilómetros de distancia del escritorio de Chesterton. Pero en sus lineas generales, son descripciones pavorosamente similares a nuestra realidad actual.
“Lo que está mal en el mundo” no es un libro sobre Doctrina Social de la Iglesia. Esta ni siquiera es mencionada en el libro. Pero en su búsqueda de hacer un diagnóstico del mundo buscando los primeros principios de un orden justo, Chesterton termina haciendo un diagnóstico en plena sintonía con la Doctrina Social de la Iglesia. Ella misma nos recuerda que los problemas mal llamados “valóricos” y los problemas “sociales” no son más que dos caras de una misma moneda. Negar una de sus dos dimensiones (como a su modo hacen Hudge y Gudge), no hará más que agudizar los problemas que padece el mundo moderno.
A su modo, ambos socavan las raíces de la familia: el primero, defendiendo condiciones laborales que aplastan la vida familiar y el segundo, sencillamente renunciando al ideal de familia. Las condiciones descritas en el libro son sin duda diferentes a las que tenemos casi un siglo después, a varios miles de kilómetros de distancia del escritorio de Chesterton. Pero en sus lineas generales, son descripciones pavorosamente similares a nuestra realidad actual.
Profesor de Ética y
Antropología Filosófica en
DUOC UC
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Last modified: diciembre 15, 2023