enero 22, 2024• PorAnthony Maria Akerman, OP
Un aniversario más del precedente Roe vs. Wade, sobre el aborto en EE.UU.
El 22 de enero de 1973, hace cincuenta y un años, la sentencia en el caso Roe vs Wade, de la Corte Suprema de Estados Unidos, dio forma a la legislación estadounidense durante medio siglo, y aún seguirá dando forma a la imaginación estadounidense durante mucho más tiempo todavía. Es cierto que en 2022 esta decisión fue anulada por el Tribunal en la sentencia del caso Dobbs vs Jackson Women’s Health Organization, pero los efectos de aquella decisión del 73 tardarán generaciones en deshacerse.
Muchos de los que hoy en día siguen oponiéndose «personalmente» al aborto por motivos morales quieren mantener la legalidad del acceso al aborto por al menos dos razones. Una de ellas es que muchos están cautivados por un enfoque típicamente liberal del derecho en el que se busca evitar imponer cualquier “doctrina omnicomprensiva” (global doctrine) a la sociedad, por utilizar el término de John Rawls. Y la otra razón común por la que las personas “éticamente” antiabortistas suelen estar “políticamente” a favor del aborto es estratégica. Creen que la legislación antiaborto sólo endurece los corazones de la gente contra la causa provida. En lugar de tratar de imponer esta visión del bien por medio de cualquier castigo legal, el movimiento antiaborto debería centrarse en cambio en “cambiar los corazones y las mentes”.
En 2022 esta decisión fue anulada por el Tribunal en la sentencia del caso Dobbs vs Jackson Women’s Health Organization.
Y, por supuesto, hay que cambiar los corazones y las mentes. Pero lo que a menudo se malinterpreta en este contexto es precisamente el papel de la ley como maestra. La ley da forma a nuestro imaginario colectivo. Da forma a lo que la sociedad considera normal y aceptable. Algo puede pasar de “inimaginable” a “célebre”, pasando rápidamente por la fase intermedia de ser “tolerado” benignamente. Los cambios sísmicos que se han producido en Estados Unidos en las opiniones populares sobre el divorcio, las drogas, la pornografía y otros innumerables temas pueden atribuirse fácilmente a cambios en la ley que, en su momento, pudieron considerarse una concesión menor.
Debemos ser muy cautelosos con las puertas que abrimos a través incluso de compromisos aparentemente menores en la ley. Como una pequeña bola de nieve que rueda montaña abajo, pronto puede convertirse en una avalancha. Como explica Santo Tomás de Aquino, para que algunos lleguen a ser virtuosos “basta la formación paterna”. Pero, para otros, es “necesario ser refrenados del mal por la fuerza y el miedo”, y ésta es la función de la ley humana. Sin embargo, tal como lo entiende Santo Tomás, la ley no sigue operando meramente en este nivel de fuerza bruta. El objetivo es que estos hombres viciosos “al ser habituados de esta manera, puedan ser llevados a hacer voluntariamente lo que hasta ahora hacían por miedo, y así se vuelvan virtuosos” (Summa Theologiae I-II, q. 95, a. 1, co.).
La ley da forma a nuestro imaginario colectivo. Da forma a lo que la sociedad considera normal y aceptable.
Así que sí, queremos “cambiar corazones y mentes”. Queremos que la gente viva bien por auténtica virtud y no hipócritamente. Pero la fuerza de la ley es una herramienta importante para formar el carácter y las costumbres de los ciudadanos. Es cierto que la ley a menudo sigue la opinión popular, pero olvidar el efecto pedagógico que ella tiene puede ser un punto ciego para una comprensión política equilibrada. Y la omisión de ese elemento afectará sin duda la opinión ciudadana en muchas materias… para bien o para mal.
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Last modified: septiembre 11, 2024