Elrond 2

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Una posible figura de San José y algunas enseñanzas sobre el hombre y la paternidad en la obra de Tolkien

Introducción: aplicabilidad y alegoría

En cuanto a «mensaje»: no tengo ninguno en realidad, si por ello se entiende el propósito consciente de escribir El Señor de los Anillos, o predicar, o liberarme de una visión de la verdad que me fuera especialmente revelada. Yo estaba escribiendo ante todo una historia apasionante desarrollada en una atmósfera y un marco que me son personalmente atractivos. Pero en semejante proceso es inevitable que nuestros propios gustos, ideas y creencias quedan involucrados.
JRR Tolkien – Carta 208

Hablaremos de un tema especialmente sensible, con el que hay que tener sumo cuidado en cada término usado, avanzando “con pies de plomo”, para no caer en la contradicción, la apropiación o en el sinsentido.

Muchos de nosotros nos introdujimos a la obra de Tolkien como una obra familiar de “Las Crónicas de Narnia” de Clive Staples Lewis; debido a la cantidad de semejanzas que tienen: autores muy amigos entre sí y fervientemente creyentes (el primero católico y el segundo anglicano, pero con mucha cercanía a la Iglesia Romana), cuyas principales obras literarias suelen ubicarse en el género de “fantasía” y con una marcada carga de valores.

El hombre que nos trajo el mundo de la Tierra Media era una persona de fe, consideraba que su obra fue creada “todavía por la ley con la que fuimos hechos”, como enuncia en su poema “Mitopoeia”. Que el ser humano es sub-creador por naturaleza, por estar hecho a imagen y semejanza de Dios, bien explicado en su ensayo “Sobre los Cuentos de Hadas”. Y llega también a afirmar, según lo que cuenta H. Carpenter en “JRR Tolkien: Una Biografía” (1990) que “venimos de Dios, e inevitablemente los mitos que tejemos, aunque contienen errores, reflejan también un astillado fragmento de la luz verdadera, la eterna verdad de Dios”.

Pero Tolkien estuvo lejos de ser alegórico. A tal punto de que no se guardó mucho a la hora de hablar sobre su opinión acerca de las aventuras de Narnia, que estaban fuera de sus “límites de simpatía”. Detestaba que el lector se encontraracon la obra con una sola posibilidad de interpretación marcada por el autor de la misma.

Prefería en cambio usar el sentido de la «aplicabilidad»: le daba una mayor riqueza significativa a la historia en cuestión. Dice en la Carta 103:

Que no haya alegoría no quiere decir, por supuesto, que no haya aplicabilidad. Siempre la hay. Y como no he construido la lucha de manera por entero inequívoca: pereza y estupidez entre los hobbits, orgullo entre los Elfos, rencor y codicia en el corazón de los Enanos y locura y maldad entre los “Reyes de los Hombres”, y traición y sed de poder aun entre los “Magos”, supongo que en mi historia hay aplicabilidad a los tiempos actuales.

Aplicabilidad tampoco significa interpretar a libre criterio sin un fundamento sólido. El mismo Tolkien se encargó de refutar algunas teorías que caían en simplificaciones sin sustento. Explica también el Dr. Eduardo Segura (2022):

Desde que nuestro autor se acercó por vez primera a los clásicos de la literatura inglesa, sintió una profunda antipatía por la alegoría. Este modelo narrativo implicaba la imposición al lector de un código interpretativo por parte del autor. Tolkien prefería que fuese la libertad del receptor la que aplicase el o los sentidos de la obra a su propia manera de ver la obra y el mundo.

La consecuencia última de este planteamiento es, podríamos pensar, que se pueden hacer tantas interpretaciones de Tolkien cuantas lecturas se realicen de sus obras. Esto es cierto sólo en parte. Existen documentos de sobra, y en especial su epistolario, para demostrar que hay interpretaciones de la obra de Tolkien que resultan gratuitas y hasta ofensivas a la intención del autor. Muchas de sus cartas están dedicadas a aclarar algunas de esas explicaciones erróneas. Sin duda, la interpretación alegórica supone una simplificación, al establecer una equivalencia estrecha entre cada elemento literario y su correspondiente real (p. 49).

Pero por esta misma razón, cada vez que nos acercamos a la obra de este autor, en especial a “El Señor de los Anillos”, nos llevamos algo distinto: un personaje que nos interpela más, una situación más llamativa a nuestros ojos que en otras ocasiones. Porque entre las distintas lecturas, las circunstancias y nuestra experiencia personal son distintas.

Las figuras en “El Señor de los Anillos”

El aporte de Jorge Ferro con su obra “Leyendo a Tolkien” (2022) es fundamental en este tipo de análisis. El estudioso argentino explica más que bien como en la obra culmen del autor inglés, hay ciertas figuras con consistencia propia pero que a su vez aparecen como sombras o imágenes imperfectas de un prototipo. Personajes que tienen una esencia única, pero de los que también se pueden relacionar ciertas características, situaciones que pasan y decisiones que toman, con otros sujetos que han o pueden haber pasado por la cabeza del escritor, del sub-creador.

Tolkien tuvo aquí la capacidad de no forzar la interpretación del lector. Eliminó todo paralelismo fácilmente captable que pudiera haber en sus escritos literarios; para evitar que pareciera un mero disfraz, como también para mantener la sutileza en ciertas situaciones y en sus protagonistas.

Pero es él mismo el que habla de Elendil como “figura de Noé” en la carta 151, dirigida a Milton Waldman y que se estima que es del año 1951:

Elendil, figura de Noé, que se ha mantenido apartado de la rebelión y cuyos barcos tripulados y provistos se hallan en la costa este de Númenor

Bien explica Ferro de que la relación entre la obra de Tolkien (la figura) y el cristianismo (lo figurado) es algo de ida y vuelta. Todas las historias de la Tierra Media son de carácter universal, son católicas en todo el sentido griego de la palabra (καθολικός). Tienen una amplia profundidad si son vistas a la luz de la fe. Pero, al mismo tiempo, estas narraciones, sus personajes y sus trayectos nos ayudan a darle una mirada nueva a las verdades de la doctrina cristiana.

Es en este enunciado en el que sentamos la base del sentido de este trabajo.

La similitud entre los pasajes de Elrond y San José

A continuación, les dejamos las citas a analizar, y a partir de las cuales se realizará el resto del trabajo.

Las referencias a la figura de San José están extraídas de los evangelios de San Mateo y San Lucas, respectivamente; las primeras dos tratan sobre dos apariciones consecutivas de San José en dicho texto. La tercera es obtenida del fragmento posterior a la desaparición de Jesús y el encuentro con María y José en el templo.

Los fragmentos citados sobre Elrond se dan en los apéndices de “El Señor de los Anillos”, y se dan básicamente en un solo extracto de dos párrafos.

Veremos similitudes y diferencias, recordemos que Tolkien no era alegórico, como mencionamos anteriormente, pero sí, como dice Chesterton, “no es un escritor católico, es católico y cuando escribe se nota”. Mucho han dedicado sus estudios a ver y analizar las distintas influencias y semejanzas en la obra del creador de la Tierra Media con otros escritos anteriores y de la época.

Elrond San José

«Aragorn, que era ahora el heredero de Isildur, fue llevado entonces a vivir con su madre en la casa de Elrond, y Elrond hizo las veces de padre para él, y llegó a amarlo como a un hijo».

«Tolkien, J.R.R.; «El Señor de los Anillos: Apéndices»

«…el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”».

Mt 1, 20-21.

Pero lo llamaban Estel, que quiere decir “Esperanza”, y su nombre verdadero y su linaje fueron mantenidos en secreto por orden de Elrond, porque los Sabios sabían entonces que el Enemigo trataba de descubrir al heredero de Isildur, si quedaba alguno sobre la faz de la tierra.

«Tolkien, J.R.R.; «El Señor de los Anillos: Apéndices»

Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo.» José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto.

Mt 2, 13-14.

«Elrond lo miró y se sintió feliz, porque vio que era noble y hermoso, y había alcanzado a una edad temprana la madurez, si bien llegaría a ser más grande aún, de cuerpo y de espíritu»

«Tolkien, J.R.R.; «El Señor de los Anillos: Apéndices»

«Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres»

Lc 2, 52.

Podremos ver algunos parecidos entre dichos extractos, a los que nos dedicaremos a desgranar a continuación, para sacar algunas conclusiones morales que hacen a San José en nuestro mundo y a Elrond en la obra de Tolkien arquetipos del hombre como padre de familia y como caballero.

Encomendados a cuidar a quién no es su hijo natural:

“Hizo las veces de padre para él”

Tanto San José como Elrond se encargaron de cuidar a alguien que no heredó su sangre, sin tampoco buscar dicha “adopción”. Pero ante tal misión no dan un paso atrás, sino que, al contrario, se comprometen fielmente, haciendo de esa tarea parte de su vocación.

Podemos ver aquí también la figura del Padre Francis Morgan, sacerdote católico que fue secretario personal de Cardenal Newman en el Oratorio de Birmingham. Siendo parte fundamental en la conversión a la Iglesia de Roma de la madre de Tolkien, Mabel Suffield, y en su posterior cuidado, ya que se trataba de tiempos muy difíciles para los católicos en Inglaterra.

Luego de bautizarse, Mabel, quien ya vivía circunstancias muy complicadas por haber enviudado, fue excluida por su familia y la de su difunto marido. Así quedó aislada socialmente y en la pobreza. Y poco después también se le detectaría diabetes, que no tenía como tratarse en esa época y que la llevaría a la muerte unos años después.

Fue el Padre Morgan quien acompañó a la desamparada mujer en este duro proceso, siendo llamado “Tío Curro” por los hermanitos John y Arthur Tolkien; que quedarían huérfanos.

Mabel, antes de su deceso, para evitar que sus hijos abandonaran la fe católica por la que ella tanto había sacrificado y que resultaba imprescindible, encomendó al sacerdote la custodia y educación de sus hijos; dejando de lado la opción de dejarle la tutoría de los niños a la familia que la había abandonado y que era de otro credo.

Se transformaría en algo más que un custodio legal. Tolkien llegó a afirmar:

“Había sido un padre para mí, más que la mayoría de los verdaderos padres” (Carta 43)

En otra carta (250) afirma:

“He sido testigo (comprendiendo a medias) de los heroicos sufrimientos y la muerte temprana en la extrema pobreza de mi madre, que fue la que me introdujo en la Iglesia; y recibí la asombrosa caridad de Francis Morgan”

También dice en la Carta 267:

He conocido “en el curso de mis peregrinaciones” a sacerdotes desagradables, estúpidos, irrespetuosos, caprichosos, ignorantes, hipócritas, haraganes, borrachos, crueles, cínicos, mezquinos, codiciosos, vulgares, esnobs y aun (barrunto) inmorales; pero para mí un solo fray Francis pesa más que todos ellos juntos, y era un tory hispano galés de clase alta; algunos lo consideraban sólo un viejo fastidioso, esnob y adicto al cotilleo. Lo era… y no lo era. Por primera vez aprendí de él la caridad y el perdón; y su luz horadó aun la oscuridad “liberal” de la que yo venía.

Honrando no solo su vida como sacerdote, el Padre Morgan fue alguien fundamental en la vida de Tolkien, a quien el escritor debe haber llegado hasta donde llegó: sus estudios en el prestigioso Colegio King Edward, su excelente formación complementaria en el Oratorio de Birmingham y su ingreso a Oxford, donde pasaría casi casi todos sus años de trayectoria académica.

En San José, Padre Morgan y Elrond vemos la figura paternal de alguien que no era el verdadero padre, pero que ejerció con dignidad la tarea encomendada y llevaron a sus protegidos hacia lo más alto.

Defensores de la mujer necesitada

“Fue llevado entonces a vivir con su madre en la casa de Elrond”

Aquí también podemos ver rasgos similares entre San José y Elrond, cómo también el Padre Morgan. Hicieron de justos caballeros, siguiendo un orden moral más que noble que algunos ven como viejo y pasado, y que sin embargo es tan actual como trascendente.

Ante la mujer que necesitaba ayuda, dieron techo, protección y mucho más. En distintos tiempos y mundos, el sentido caballeresco no muere. Como bien dice Chesterton en “Basil Howe”:

“Dios no permita que piense que un hombre no puede ser un caballero hoy en día”.

Tanto un santo y joven comprometido, un padre de familia y también un sacerdote católico, honraron este principio con creces.

Un claro mensaje que se puede obtener para los hombres de hoy en día, es el de contraponer esta posición a la de aquellos que, para ocultar un hecho, mandan a las mujeres a abortar y a eliminar su propia sangre; sin que los detenga el hecho de saber que matar a un inocente y destruir también a una mujer.

O también que, en esas circunstancias de necesidad para la dama, solo saben desaparecer y dejarla totalmente desamparada (el triste caso que se conoce como “aborto de papel” o “aborto masculino”.

San José y Elrond vuelven a hacer aquí de arquetipos: cuanto más duros sean los momentos de una mujer, más va a necesitar la ayuda del hombre como verdadero caballero en su esplendor.

Protectores del Heredero

“Aragorn, que era ahora el heredero de Isildur”

San José y Elrond no sólo están cuidando a quienes no son hijos de su sangre. También están custodiando al que reinará en un futuro, por lo que su misión tiene un peso especial.

San José custodia nada más ni nada menos al Hijo de Dios, a Cristo Rey del Universo. Elrond al heredero de Isildur, quien tiene que volver al gran trono de los hombres y restablecer el dominio de su casa real. Serían más que bien cuidados. Crecieron y cumplieron con sus respectivos cometidos.

Dice Jorge Ferro (2022):

Está también la reyecía de Cristo figurada en Aragorn: el Rey que viene, que se va manifestando. Hay en su torno un hálito de adviento. Es el que viene a ocupar el trono, a hacerse cargo de lo que es suyo. El que volverá algún día, tema que ciertamente en el mundo tradicional está abundantemente tratado; basta recordar los ciclos medievales. El rey que cura, que pondrá orden, que traerá consigo paz y fecundidad: ese es Aragorn.

Cristo es Rey, tal como, según la tradición de la Iglesia, lo reconocen los magos cuando le ofrecen el oro (Mt.2,11). “¿Tú eres Rey?”, le pregunta Pilatos, a lo que el Señor responde afirmativamente (Jn. 18, 33). Pero en nuestro caso se trata más bien, sobre todo, de la Segunda Venida. Nos encontramos con la prefiguración del Cristo glorioso, triunfante, del Rey que viene. Viene a restaurar el orden definitivo.

Además, ser rey no tiene significado nada más en términos políticos. Bien nos recuerda Ferro también que tiene carácter sacerdotal y que “el rey es un intermediario para la fecundidad, de la tierra y de las gentes”

Guardianes de la Esperanza

“Pero lo llamaban Estel, que quiere decir ‘Esperanza'”

Como protectores de Jesucristo y Aragorn respectivamente, San José y Elrond se transforman también en guardianes de la Esperanza de los hombres.

Cuidan a quiénes son en ese momento niños vulnerables, pero que a su vez guardan el destino de millones de seres humanos y de naciones enteras. Uno abriría las puertas a la Vida Eterna y nos mostraría como llegar a ella, y el otro heredero del gran trono de los hombres, quien llevaba la sangre de aquel que había sido el único en derrotar al Enemigo Oscuro.

“Jesús” en su raíz hebrea quiere decir “Salvador” y a Aragorn lo llamaban “Estel”, que significa “Esperanza”. San José y Elrond son custodios de cada uno respectivamente.

Dice San Josemaría Escrivá:

Para San José, la vida de Jesús fue un continuo descubrimiento de la propia vocación. Recordábamos antes aquellos primeros años llenos de circunstancias en aparente contraste: glorificación y huida, majestuosidad de los Magos y pobreza del portal, canto de los Ángeles y silencio de los hombres. Cuando llega el momento de presentar al Niño en el Templo, José, que lleva la ofrenda modesta de un par de tórtolas, ve cómo Simeón y Ana proclaman que Jesús es el Mesías. Su padre y su madre escuchaban con admiración, dice San Lucas. Más tarde, cuando el Niño se queda en el Templo sin que María y José lo sepan, al encontrarlo de nuevo después de tres días de búsqueda, el mismo evangelista narra que se maravillaron.

Tanto San José como Elrond van descubriendo la grandeza de sus custodiados a medida que suceden los acontecimientos. Y al mismo tiempo, siguen descubriendo cuán grande es su vocación.

Aceptan con honor la persecución y el peligro que lleva la tarea encomendada.

“Su nombre verdadero y su linaje fueron mantenidos en secreto por orden de Elrond, porque los Sabios sabían entonces que el Enemigo trataba de descubrir al heredero de Isildur”

En ningún momento San José y Elrond se fastidian de los acontecimientos ocurridos producto de cuidar a alguien que no era su hijo natural. Al contrario, aceptan esa misión hasta las últimas circunstancias.

San José huye con María y el Niño a Egipto, con todos los problemas que conlleva, hasta el momento que cese la muerte de los niños inocentes y tiempo después también la persecución.

Elrond, por su parte, protege al Heredero de Isildur ocultándolo de los ojos del Enemigo, al punto de esconder en todos lados y al mismo Aragorn, su origen y destino.

Podemos contraponer esto a lo que suele pasar hoy en día en algunas situaciones, en el que tanto hombres como mujeres, para evitar hacerse cargo de sus responsabilidades, que son consecuencia de sus mismas acciones, deciden tomar el supuesto camino fácil, que es el de eliminar la vida del niño no nato, destruir cualquier evidencia.

Orgullosos espectadores del crecimiento de sus hijos con un perfil de silencio

“Elrond lo miró y se sintió feliz, porque vio que era noble y hermoso, y había alcanzado a una edad temprana la madurez, si bien llegaría a ser más grande aún, de cuerpo y de espíritu”

Elrond contempla como se va gestando el heredero de Isildur. Como aquel descoronado “será de nuevo rey”. Llegado el momento, le dijo a Aragorn quién era realmente y le habló de su linaje. Y no dudó en darle los bienes heredados por su padre, incluyendo los restos de Narsil, la legendaria espada rota que sería forjada otra vez y renombrada como Anduril.

Con San José sucede algo parecido: es un personaje que hace su trabajo en silencio. Como hace también María, todos los sucesos, “los guardaba y meditaba en su corazón”. Sabiendo incluso que algunas cosas lo superaban y que sólo podía hacer de un simple pero orgulloso espectador.

A la luz de estos comentarios, podemos leer este aporte de San Josemaría Escrivá:

José se sorprende, José se admira. Dios le va revelando sus designios y él se esfuerza por entenderlos. Como toda alma que quiera seguir de cerca a Jesús, descubre en seguida que no es posible andar con paso cansino, que no cabe la rutina. Porque Dios no se conforma con la estabilidad en un nivel conseguido, con el descanso en lo que ya se tiene. Dios exige continuamente más, y sus caminos no son nuestros humanos caminos. San José, como ningún hombre antes o después de él, ha aprendido de Jesús a estar atento para reconocer las maravillas de Dios, a tener el alma y el corazón abiertos.

Conclusiones:

San José y Elrond representan un ejemplo de paternidad y caballerosidad para el hombre del día de hoy, en estos tiempos aciagos. Ante la tentación del abandono y la irresponsabilidad, el honor y la magnanimidad. Frente al desprecio de la vida, una revalorización de la misma y del impacto que puede tener en la vida de otros. En el momento de la desesperación y la falta de respuestas, la mirada a estos arquetipos que son guardianes de la esperanza y la prueba de un verdadero descubrimiento y cumplimiento de la vocación.

Ellos son un camino seguro para nosotros…

Autor: Juan Tomas Widow

Fundador del proyecto
Sr. Bombadil – Academia de las Cuatro Plumas,
dedicado a la difusión de la vida y obra de J.R.R. Tolkien,
C. S. Lewis y G. K. Chesterton

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