
agosto 24, 2022• PorRosario Corvalán
Visión de Gabriela Mistral sobre el individualismo
Gabriela Mistral se refiere al individualismo como “la fiebre pútrida nuestra por donde vamos llegando a la descomposición”. Y pareciera que, casi 90 años después de que escribiera eso, la descomposición ya ha llegado. No se ven señales positivas en este aspecto. Es más, lo único que motiva a algunos empedernidos optimistas es que “estamos tan mal, que empezaremos a transitar el camino de vuelta: ya tocamos fondo”, “la hora más oscura es justo antes del amanecer”.
Hace pocos meses, Javier Milei dio una clase magistral de individualismo, al pronunciarse a favor de la venta de órganos: “Es una decisión del individuo. Es decir, ¿quién soy yo para meterme con el cuerpo de otra persona? El que decidió venderte el órgano, ¿en qué afectó la vida, la propiedad o la libertad de los demás? ¿Quién sos vos para determinar qué tiene que hacer él con su vida? Si es su vida, su cuerpo, su propiedad”. Lo preocupante no es tanto lo que dijo, sino la euforia que genera el personaje, por ser visto como una suerte de salvador para Argentina… y por supuesto, pues “por lo menos controlará la inflación”.
Gabriela Mistral se refiere al individualismo como “la fiebre pútrida nuestra por donde vamos llegando a la descomposición”. Y pareciera que, casi 90 años después de que escribiera eso, la descomposición ya ha llegado.
En Chile el escenario no es mejor. Ni de izquierdas ni de derechas tenemos un futuro esplendor en lo que a individualismo refiere. Por un lado, la “derecha economicista” nos ha vendido – valga la ironía– una lógica similar a la de Milei, sin llegar, quizás, a extremos tan burdos. Por el otro, la propuesta de nueva Constitución exuda individualismo: desde la organización territorial del Estado hasta el derecho a la autonomía sobre el propio cuerpo, pasando por la autonomía progresiva de los niños. Todo en el texto nos habla de la autonomía como la panacea.
¿Qué nos queda? La familia. Si desde arriba el Estado y sus leyes nos gritan que el individuo y sus decisiones son el único parámetro de legitimidad (“mientras no dañes a otro”, claro), y a su turno el mercado hace otro tanto (“Elegir es lo mejor del mundo”, por ejemplificar con el eslogan de una multitienda), la familia ha de erigirse como el espacio de resistencia a esta “cultura” que nos desintegra.
Y sí; no podemos negar que la familia también se ha debilitado. Se le ha ido quitando su lugar central, y, de ganar el apruebo, ya no será “el núcleo fundamental de la sociedad” (aunque lo siga siendo, nuestra Constitución Política no lo reconocerá). Se ha ido desmoronando su definición. Se ha producido una especie de inflación de los conceptos de “familia” y “matrimonio”.
Aun así, la familia es el lugar al que tenemos que volver, por pequeño que sea ese lugar, y depositar esas esperanzas de una sociedad mejor. Esas mismas que hemos depositado tantas veces en políticos de turno, en procesos constituyentes, o en “cambios de ciclo político”.
Y cuando hablamos de familia, tenemos que hablar de padres. Son ellos quienes, generalmente, tienen el rol de conducirla.
Decía también Gabriela Mistral que “La latinidad americana se ha disuelto en la verborrea y los rectores de almas rara vez incitan a sus alumnos o a sus hijos a descubrir la vida interior, a cultivarla y a aprendérsela como fuente poderosa de los actos diarios y como la estrella polar de cada timonel de su alma”. La familia ha de ser el espacio donde no logre permear esa lógica ramplona de derechos y deberes, donde aprendamos a poseer las cosas como comunes, donde realmente corramos todos la misma suerte. Solo así habrá mejores ciudadanos, que se vuelquen a la sociedad no como individuos temerosos de salir perdiendo (algo, lo que sea), sino como miembros ahora de una familia mayor, que es la Patria.
Decía también Gabriela Mistral que “La latinidad americana se ha disuelto en la verborrea y los rectores de almas rara vez incitan a sus alumnos o a sus hijos a descubrir la vida interior, a cultivarla y a aprendérsela como fuente poderosa de los actos diarios y como la estrella polar de cada timonel de su alma”.
“Según como sea la escuela, así será la nación entera”, decía Mistral. Podemos agregar, ahora que se vislumbra que la escuela no podrá salvarnos, que “según como sea la familia, así será la nación entera”. Así, cuando Milei nos pregunte “¿quién sos vos para decirle a otro que no venda sus órganos?” podremos decirle “soy su hermano”.
Autora: Rosario Corvalán Azpiazu
Integrante del Área Legislativa de la ONG Comunidad y Justicia (Chile).
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Last modified: noviembre 20, 2024