
noviembre 15, 2022• bySuroeste
Formar una familia numerosa en el siglo XXI
Hace unas semanas la Secretaria de Estado de Igualdad española aseguró que la familia natural había sido «superada por la vía de los hechos». En medio de una sociedad que constantemente legisla contra la familia, Rosa Pich da testimonio de ella como núcleo fundamental de la sociedad.
Rosa Pich, española, se casó el 15 de julio de 1989 con José María Postigo, con el sueño de tener una familia numerosa. Tuvieron dieciocho hijos. Sus tres hijos mayores (Carmen, Javier y Montse) fallecieron por cardiopatías congénitas, por lo que médicos y familiares le recomendaron no tener más. Sin embargo, rezando y discerniendo ante Dios decidieron no cerrarse a la vida y nacieron quince niños más. El 6 de marzo de 2017, su marido, Chema, murió tras casi treinta años de matrimonio, a los 56 años.
Rosario Izquierdo: En un mundo donde tener hijos, muchas veces, no es “conveniente”. En medio de una sociedad tremendamente materialista ¿qué sentido tiene tener hijos? ¿Qué significa la maternidad para ti?
Rosa Pich: Bueno, muchas gracias por la pregunta, pero primero que todo agradecerles esta entrevista, que me hacía mucha ilusión. Encantada de mostrar algo que pueda iluminar un poco.
Muchas veces, la gente me pregunta: ¿Rosa, por qué tantos hijos? ¿Alguien te lo ha dicho? ¿Ha sido una decisión voluntaria entre tú y tu marido? Nadie nos ha dicho nada, cuando papá y mamá decimos que sí a un nuevo hijo, es un hijo para siempre, siempre, siempre… Cada hijo es un regalo y Dios nos deja la libertad a papá y mamá para abrir las puertas para que entre una nueva persona ¡Es impresionante! Como decía Scott Hahn 1+1= 3 ¡nace otra persona!
Cada hijo es súper querido, cada uno es único. Nosotros intentamos vivir una paternidad responsable, por eso, después de cada hijo veíamos si estábamos bien anímicamente, económicamente, pero sobre todo pensábamos en lo impresionante que era tener un nuevo hijo y que lo que mi marido y yo decidiéramos no le competía al vecino de arriba ni al de abajo, ¡a nadie!
Y luego, es verdad, que Dios no se ha dejado vencer en generosidad. Es verdad que con tanto niño todo eran llantos, pañales, hospitales, vacunas… pero después tienes hijos para siempre, para siempre…. y, pues, la época con más trabajo, cuando los niños dependen tanto de papá y mamá, es muy corta y luego, en muy poco tiempo, recoges lo que has sembrado.
Mis hijos me dicen: “Mamá, el mejor regalo que nos has hecho son nuestros hermanos, gracias, gracias, gracias”. Muchas veces cuando le preguntas a un niño qué quiere, responden rápidamente ¡un hermanito! Pero la sociedad actual, la televisión, series y películas nos ha vendido que la maternidad es horrorosa. Pero en los tiempos anteriores, en todas las culturas el hijo era un don, una gracia, tal como Dios le había prometido a Abraham multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar.
A lo largo de toda la historia, el hijo era considerado una gracia, pero ahora nos lo presentan como una carga ¡Nos han cambiado la cabeza! Pero no, Dios proveerá y uno mismo se va espabilando, no sé, no somos conscientes de la responsabilidad que tenemos de aceptar las nuevas vidas.
Es una realidad tan grande, tan grande que no la asimilamos. Cuando nos casamos con Chema tuvimos los tres primeros hijos durante los tres primeros años, uno detrás del otro. A los 10 días de nacer muere nuestra tercera hija,Montse y cuatro meses después moría nuestro segundo hijo, Javier, de un año y medio. Nos quedamos solo con una niña de 2 años y medio, que no sabíamos si sobreviviría porque también tenía problemas al corazón. Los médicos nos aconsejaron no tener más hijos, pues se nos morirían todos. Inmediatamente pienso: “mmm…¿y quién eres tú para meterte en la cama de papá y mamá?” Esta es una decisión de los padres, que deben tomar en paz. Ni tu padre, ni tu madre, ni tus amigos, ni el cura de turno ¡Nadie puede decidir por ellos!
Tengo muchas amigas que se quedaron con dos niños y me dicen cómo se arrepienten. El mal más grande de la sociedad es la soledad. Cada hijo es un regalo ¡y qué! ¿cuando lleguen vas a decir ¡No, no, no, no me lo des!? ¡No! diremos ¡Gracias, no somos dignos de tantos hijos!
RI: ¿Puedes hablarnos de la figura de un buen padre, de un buen marido, a la luz del testimonio de Chema? ¿Qué virtud resaltarías especialmente de tu marido?
RP: Efectivamente uno de los problemas de la sociedad actual es la ausencia paterna. Y es que no hemos valorado suficientemente el rol del padre en la familia. Todo niño necesita un padre y una madre: así lo manda la naturaleza. Negar esto es como que alguien me diga que quiere comer por la oreja: ―“No, yo tengo un agujero en la oreja así que quiero comer por ahí” ―“¡No! Dios nos ha creado para que comamos por la boca”. ―“Es que yo quiero comer por la oreja”. ―“Lo siento, es que no se puede”. El niño necesita de los abrazos, del contacto físico con el papá, el beso de papá que le pica por su barba y, claro, también necesita del abrazo materno de su madre. Ya en el seno materno el bebe escucha las voces de papá y mamá. Así es la naturaleza humana.
Incluso cuando vemos familias de madres solteras, inmediatamente se nota cómo ahí falta algo y se nota en estos niños. En mi misma situación, yo soy madre viuda, si bien sabemos que su padre está en el cielo, mis niños tienen esta herida, la ausencia de esta figura paterna.
Ahora, para hablar un poco más de Chema, cuando mi marido murió se escribieron dos libros: “Carta a mi hermano Chema”, de su hermano Miguel Postigo y “El hombre que hizo volar su corazón”, escrito por un periodista que, impresionado por su funeral, quiso investigar para escribir sobre esta persona. Es que el funeral fue muy impresionante: llegaron más de cuatro mil personas, fue en la iglesia Santa María del Mar en Barcelona. En esto, había un barman que trabajaba frente a la iglesia y le preguntó a una de mis amigas: “Oye ¿quién es esa persona tan importante que falleció? porque nunca habíamos visto un funeral de esta magnitud”, a lo que mi amiga respondió que no se trataba de nadie importante: es una persona de la calle, común y corriente, padre de una familia muy numerosa.
Tengo que decir que a mi marido le tocó una vida muy dura, pero a pesar de las mil y una cosas que le deparó la vida, todo esto lo hizo más humano. Chema tenía muchísimos amigos. Mucha gente, al morir él, me escribía o me venía a saludar diciendo: “Es que Chema era mi amigo”, “Chema estaba siempre a mi lado”, “Chema me escribía siempre para el aniversario de mi padre”, “Chema siempre estaba disponible”… Era un hombre con un corazón muy grande. Era una persona que había sufrido mucho, pero en vez de agriar el carácter, lo que hizo fue humanizarse y ponerse en la piel de los demás.
Como padre era una persona exigente y que se formaba para ser un buen padre, porque la educación es un arte y debemos aprenderlo. Educar no es fácil, y más en la sociedad actual, donde todo contraría a una educación de valores, de servicio, de contribución a un mundo mejor. Chema siempre se estaba formando, leía mucho y, al mismo tiempo, formaba a otros padres. Educar es difícil. Debemos aprender a ser padres: entre papá y mamá ya se discute lo que se quiere para la familia, uno quiere familia de deportistas, otro de música, ni uno es mejor que lo otro, pero debemos aprender a dialogar para educar lo mejor posible a nuestros hijos.
Mi marido era, ante todo, una persona piadosa, que rezaba y que necesitaba rezar. Requería del permanente contacto con Dios Padre, pedía luz al Espíritu Santo para educar mejor. Chema no levantaba la voz a nuestros hijos, ni les pegaba, siempre decía que ellos tenían inteligencia y que, por tanto, el mejor camino para educar era el diálogo, pues hablando se les explica qué es lo bueno para ellos ¿Por qué has llegado tarde? ¿Por qué le has pegado a tu hermano? ¿Por qué eres tan egoísta?
Era un hombre muy trabajador, deportista y que siempre pensaba en los demás. Yo digo, amigo de sus amigos.
RI: ¿Por qué casarse hoy? ¿Cómo llevarlo adelante? ¿Cuál es el secreto de un matrimonio feliz?
RP: Hace unos días estuve en México, me invitaron a una conferencia sobre el miedo al compromiso. Participaban jóvenes de 18 a 20 años. La gente tiene miedo al compromiso, al mismo tiempo vemos muchas familias rotas, matrimonios que no aguantan el primer o segundo año. El matrimonio es una vocación, por tanto, tenemos una gracia especial para llevarlo adelante. Por supuesto que humanamente es muy difícil aguantar 15, 20, 30 años al lado de una misma persona. El matrimonio no consiste en cómo tiene que ser el otro, sino en cómo tengo que hacer yo para que el otro sea feliz.
El matrimonio es ayuda mutua. ¡Mi marido me exigía!: “¡Rosa, que eres una mandona!”… El matrimonio es echarle todos los días leña al fuego para que el amor no deje de arder. Es un camino. Uno hace la opción. Yo les digo a mis hijos ¿tú te ves con esa persona hasta los 100 años? y si me responden, “es que lo pasamos muy bien”, pero yo les digo: “no, ¿tú eres capaz de hacer a esa persona feliz? El matrimonio es un proyecto común, abierto a la vida, para aceptar con generosidad a los hijos y luego educarlos”.
A mí me toca ir a muchas bodas y me gusta regalarles la cama de matrimonio, pues es el altar donde se da la donación mutua. Lo podemos comparar al altar de la Santa Misa; el altar del matrimonio es el lecho conyugal.
También creo que es importante la formación antes del matrimonio. Los jóvenes hoy no saben lo que es el matrimonio. Nosotros como padres, formadores, nos toca ayudar, formar a los jóvenes; hablarles de los problemas que tendrán, cómo deberán afrontarlos y todos los temas que si no los hablamos nosotros, la sociedad actual no nos los hace hablar.
El matrimonio es apasionante, es una aventura, hay una gracia sacramental que nos permite soñar en grande y ser tremendamente felices en medio del dolor, de crisis, de momentos en que debemos personarnos… pero es nuestro camino para el Cielo y Dios nos quiere felices. Dios no nos envía a la tierra para que suframos… Dios quiere que aprendamos a ser felices, cada uno en su vocación, matrimonio, celibato, pero dándonos a los demás. El matrimonio es apasionante: “el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer” (Gen. 2, 24). Cuando yo me casé estaba segura, aun sabiendo que tendríamos muchísimos problemas, sabíamos que juntos íbamos a ir saltando los obstáculos que nos pusiera la vida.
Entonces creo que primero tenemos que formar a los jóvenes. Transmitirles que el matrimonio es un camino apasionante, de ayuda mutua, servicio, donación, de soñar en grande, querer cambiar el mundo poniendo nuestros granos de arena.
RI: ¿Para ti qué es lo más importante al momento de educar a tus hijos?
RP: A la hora de educar hay que considerar una serie de factores, pero quiero resaltar que es importante exigirle a los hijos. En casa hacíamos en invierno y en verano una lista de “mejoras”, donde enumerábamos aquellas cosas que nuestros hijos podían mejorar. Al niño hay que ponerle metas, sino este irá por donde va la corriente, ahora por aquí, luego por allá. Pienso que es importante exigirles si ellos pueden más.
Ayer mismo tuve tutoría de uno de mis hijos y me han dicho en el colegio que estaban muy contentos, pues tenía una media de nueve. Yo les he dicho que yo no estaba contenta, pues este niño suele tener una media de diez y ahora ha bajado. Uno tiene que conocer muy bien a sus hijos para sacar lo mejor de cada uno, son como brillantes que hay que ir puliendo.
Con mi marido hablábamos mucho de cada uno de mis hijos, hablábamos con sus profesores para que nos ayudaran. Ya en el jardín íbamos a tutorías y preguntamos al pedagogo: ―“¿Cómo puede mejorar?”, y él nos decía ―“¡Pero si tiene dos años!”, ―“Sí, tiene dos años, ¿en qué puede mejorar?”. Ahí el profesor nos decía pues que muerde o que no comparte, que es celoso, etc. Creo que mis hijos están muy trabajados, pues siempre nos preocupamos con mi marido de ir a una con el colegio, en casa. Esto es exigente para los padres, pues nos exigía tomar papel y lápiz e ir apuntando aquellos puntos que veíamos débiles en nuestros hijos: ―“pues que a este lo vemos muy perezoso”, “a este lo veo muy egoísta” o, incluso “a este lo vemos muy servicial, vamos a felicitarle”… para esto tenemos que ponerle cabeza. En casa debemos sacar de cada hijo lo mejor. Por tanto, me quedo con educación con exigencia, esto incluye tanto corregir frente a las faltas como felicitar ante los logros. Debemos enseñar, educar con libertad.
En casa también hacíamos mucha vida de piedad. El hombre es cuerpo y alma. Muchas veces nos ocupamos mucho del cuerpo, del deporte, de la alimentación, la salud… pero también nos debemos ocupar del alma: de forjar virtudes en nuestros hijos, de que recen, que agradezcan a Dios, que tengan una casa donde dormir, una familia, que visiten a sus amigos enfermos. Nuestros hijos son cuerpo y alma.
RI: Y hablando de esa dimensión espiritual, hoy el mundo es incapaz de aceptar el sufrimiento, la cruz parece no tener sentido. Tú, en cambio, has vivido con ella, desde tus primeros hijos enfermos y luego la enfermedad y partida de tu marido ¿Qué sentido tiene el sufrimiento en el mundo actual? ¿Cómo ha fortalecido a tu familia el sufrimiento?
RP: El sufrimiento y la cruz son un misterio. Fue un golpe muy fuerte enterrar a tres hijos, dos muy pequeñitos y la mayor con 22 años. Luego, hace cinco años murió mi marido con 56 años, jóven, teníamos proyectos… y una podría pensar: ―“Rosa te has quedado tú sola sin tu pareja y encima con 15 hijos”. Pero yo pienso: ―“por suerte con 15 hijos, así entre todos nos arropamos”.
La cruz… justo ayer hablaba con una persona que sufría mucho por una enfermedad muy dura y me decía: ―“No entiendo”. La enfermedad y la cruz nos humanizan y nos hacen más personas, esto es muy bueno, porque a veces vivimos creyéndonos dioses; además, nos hacen centrarnos en lo importante.
La cruz no se entiende, muchas veces decimos: ―“¿Señor, por qué?”. Pero no podemos entender porque somos muy limitados. Es verdad que llegamos a la luna, pero no sabemos nada, tenemos dos dedos de frente, muchas cosas no las entendemos y quizás nunca las entenderemos. El sufrimiento no se entiende. ¡¿Cómo Jesús murió en la cruz siendo Hijo de Dios, Creador de todo?!
Yo me siento muy mimada, muy querida por el Señor. Cuando Dios te da la cruz es un Dios que es Padre, que te quiere y te da la fuerza para cargarla y te da la mano, pero tú tienes que cogerla. Hace unos días me tocó estar con una madre a la que se le había suicidado su hija, un dolor incomprensible. Es muy difícil entender qué estaba pasando por la cabeza de esta niña de 15 años que no quiso seguir viviendo. Esta madre se preguntaba qué había hecho mal y yo sólo la abrazaba intentando tranquilizarla… El sufrimiento debe ser encauzado para que nos pacifique, sepamos ofrecerlo por la conversión del mundo. Pero lo que no puede hacer, es agriarnos el carácter. Yo siempre fui una cabra loca, en el sentido de ji, jo, ja, con mucha juerga, de mucha diversión sana, pero ser alegre no significa rechazar el sufrimiento, que te ayuda a acoger mejor el sufrimiento del otro. El dolor no se entiende, pero sí es verdad que nos redime, nos hace más humanos, te hace más paciente.
Acabo de escribir el libro “La vida es bella: y más si se vive en familia”. A raíz de la pandemia, una editorial me pidió que escribiera un libro. La vida tiene muchos problemas: 100 tienes tú y 100 más tiene tu vecino. Ante las dificultades debemos aprender a superarlas, pero esto no lo alcanzamos porque yo soy una superwoman, sino que se alcanza con una vida de oración, de gracia, de piedad.
La paz interior es fruto de la unión con Dios. Cuando murió mi marido la gente se sorprendía, pues mis hijos y yo, si bien llorábamos, estábamos tranquilos. Es una fe vivida que se ha ido cultivando a lo largo de los años. Así, cuando llegan los momentos más duros uno saca lo que realmente tiene dentro. Por esto debemos ayudar a nuestros niños a que desde muy pequeñitos cultiven la vida interior, que recen varias veces al día.
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Last modified: febrero 4, 2025