enero 31, 2023• PorMarcelo Barrientos y Homero Gac
Las celebraciones y el vino, una unión sagrada de más de siete mil años
1. El vino de los inicios, fundamental para la subsistencia humana y espiritual
El vino nos acompaña hace unos siete mil años, y sus orígenes son del Cáucaso, Georgia, una tierra que los romanos llamaron finis terrae. Desde allí llegaría a Canaán, siempre asociado a la pureza espontánea que aportaba la fermentación, que en tiempos de agua sin potabilizar, se convertía en una forma segura de sanear el agua para el consumo. Tal es así que Hipócrates le refiere en sus remedios y Sócrates le recomienda, en la moderación, como fuente de dulce alegría. Es tal la influencia del vino en la cultura griega que los Kilix, actuales cálices, están por todo el mediterráneo.
Hipócrates le refiere en sus remedios y Sócrates le recomienda, en la moderación, como fuente de dulce alegría
No es extraño que el vino siempre estuviera asociado a la religión, pues era la bebida predilecta de los sacerdotes y la nobleza, que siempre lo utilizaron para la ofrenda a los dioses, por sobre la cerveza que era usada extensamente en las clases más populares, un rasgo que se mantuvo siempre en la historia. En Egipto se asociaba a Ra, dios del sol, y a Osiris, dios de las tinieblas de la otra vida. En Grecia, con Dionisio, dios de la vegetación y la fertilidad, que por su condición de humano e hijo de un dios, se decía de él que tenía vino en vez de sangre. Fue en la actual Turquía, Lydia, en que a Dionisio se le comenzó a llamar Bacchus y en honor a él se hacían fiestas populares llamadas Bacchanalia que son el antecedente claro de nuestros carnavales.
¿Y para la religión cristiana? El vino es esencial. Solo dos pasajes, de muchos, nos demuestran su importancia en la religión de Israel. Uno de ellos es el de Noé que, con posterioridad al diluvio, lo primero que planta son vides en tierra firme. El segundo, Moisés, que en el cruce del desierto envía dos emisarios a la tierra prometida, los que retornan con un enorme racimo de uvas, señal de vida y fertilidad.
Es por todo lo anterior que el vino se asocia con las celebraciones de Navidad y año nuevo de una forma muy especial
No es casualidad que el primer milagro de Jesús sea convertir el agua en vino, saneando lo impuro y convirtiéndolo en aquel vino que debió servirse antes incluso que el mal vino de entrada de la misma boda, como amargamente se quejaría el maestresala del mismo matrimonio luego de probarlo. Y es ese mismo vino, sangre de Cristo, el que nos une a Dios en el misterio de la Consagración y nos libera de toda impureza, dándonos la salvación. Es por todo lo anterior que el vino se asocia con las celebraciones de Navidad y año nuevo de una forma muy especial: beber vino en esta época es señal de civilización, moderación, renovación y alegría por el nacimiento de Jesús, de una nueva esperanza para cada uno de nosotros. Es esa nueva esperanza la que lleva, en la propia Georgia, a asociar el vino con Santa Ninó, una mujer que evangelizó el país con una cruz hecha de sarmientos de vid, circa el año 300 después de Cristo. Desde ese momento las decoraciones con uvas son características en las vidrieras y se plantan en cada iglesia ortodoxa. La familia en ese país se une al vino en variadas tradiciones y una de las más hermosas es la del Tamadá georgiano. Allí el hombre más viejo de la casa es el que realiza los brindis rituales. El primero de estos rituales de brindis es siempre por quienes ya se han ido al encuentro con Cristo, porque una antigua leyenda cuenta de un hombre que subió al cielo cuando aún no era su momento; allí, en la mesa de sus antepasados, veía como las copas se llenaban de vino en forma espontánea. Al preguntar por este milagro a sus familiares, ellos le explican que cada vez que brindan en la tierra por ellos, las copas se llenan en el cielo. El hombre, al que no le había llegado aún su tiempo de morir, volvió a la tierra y extendió en Georgia la idea de que primero se brinda por nuestros muertos “para llenar sus copas en el cielo”.
¿Y el Champagne? Solo a fines del siglo XVII, en suelo calcáreo, en la abadía Benedictina de Hautvillers, Don Perignon, un monje ciego, “bebió estrellas en su ceguera” al descubrir accidentalmente los vinos nerviosos de segunda fermentación en botella, con azúcar y levaduras, donde el CO2 que se produce no logra escapar de la botella, diluyéndose en el líquido, permitiéndonos celebrar con ese plus de la vida que es un buen champagne.
2. El trascendental rol de la Iglesia Católica en la preservación del vino y su cultura
El rol de la Iglesia y el cristianismo en la preservación del vino es fundamental. Recordar la última cena de Jesús y que Cristo es la vid que da vida, nos orienta hacia la pureza y la salud: “No bebas agua sola, mézclala con vino, a causa de tu estómago y tus frecuentes indisposiciones” (Timoteo I, 5, 23).
Las comunidades cristianas crearon monasterios en los que se preservó, pese a enfermedades e invasiones en Europa, la cultura clásica y el cultivo de la vid. Es de esta manera que la historia de Europa, es la también la de la Iglesia, se encuentra asociada indisolublemente a la del vino. Y por extensión, es la historia de la evangelización de nuestro continente americano.
El vino simboliza el bienestar en la moderación, pero también puede significar excesos. Su contraparte aparece en la literatura de un sacerdote famoso que profesó como Franciscano primero y luego como Benedictino, François Rabelais (Chinon c. 1494-París, 1553), y quien bajo el anagrama Alcofribas Nasier publicó los excesos cortesanos de los gigantes de la Loire, Pantagruel y Gargantúa.
En Chile, hay que recordar que un sacerdote de la Compañía de Jesús, Francisco de Carabantes, fue quien plantó en 1548 las primeras vides tras desembarcar en Talcahuano.
Como dijimos antes, los procesos de fermentación no solo eran formas de obtener vino, sino también una forma en que se fueron conservando alimentos en general, como el descrito por Arnau de Vilanova (Zaragoza, 1238 – Génova, 1311) en la destilación del aguardiente, una innovación árabe, por cierto. Los mismos vinos comienzan a aumentar su sobrevida con el proceso de fortificación, consistente en añadir aguardiente a las botellas. Probablemente un hallazgo fortuito que da origen a los vinos de Madeira y Oporto capaces de sobrevivir más de un siglo.
Pese a toda la sofisticación, técnica o industrialización del vino, su noble mensaje es mucho más simple. Se bebe para comer, conversar, festejar y compartir con los demás, como lo hicimos al terminar el año pasado y comenzar el presente
Hoy sabemos que no basta solo plantar vides donde se quiera, sino que los suelos graníticos producen vinos con taninos secos -como los del Rhone en Francia o Alcohuaz en Chile- o que los suelos volcánicos -como los de Malleco en Chile o Sicilia en Italia- dan taninos más amargos. Y que suelos más antiguos o nuevos geológicamente, porosos o compactos, también inciden en el vino, como ocurre con los “jóvenes” suelos aluviales de nuestro valle del Maipo dotados de una elegancia innegable para el Cabernet Sauvignon, la cepa más plantada en el mundo.
3. El vino y lo que realmente importa de él
Sin embargo, y pese a todo lo que podamos reflexionar, no debemos perder de vista que, pese a toda la sofisticación, técnica o industrialización del vino, su noble mensaje es mucho más simple. Se bebe para comer, conversar, festejar y compartir con los demás, como lo hicimos al terminar el año pasado y comenzar el presente. Esto no necesariamente con el vino más caro, sino con el que nos guste, más allá de los puntos asignados bajo todos los designios posible por alguna guía o “gurú” del vino.
Es por todo esto que, para los que estudiamos y apreciamos el vino, hay una unión singular entre el primer milagro de Jesús – quien a petición de su madre, convierte el agua en vino para celebrar bajo la premisa de “hagan lo que Él les diga”- y la última cena, en que la sangre de Jesús fue primero un vino que se compartió entre varios. Él nos pidió que sigamos haciéndolo en su memoria, porque es una forma de celebrar aquí la vida eterna que nos prometió y, como en Georgia también se cree, ayudar a colmar las copas de vino de los que ya partieron cada vez que brindamos por ellos.
Profesor de Derecho Civil, Pontificia Universidad Católica de Chile
Médico Geriatra, profesor de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile
Bibliografía sugerida y fuentes:
Alvarado, Rodrigo y Hernández, Alejandro (2017) “El vino de Chile, una mirada ilustrada”, editorial Origo, Santiago de Chile.
Falcó Fernández de Córdova, Carlos, Marqués de Griñón (1999) “Entender de vino”, Ediciones Martínez Roca S.A., Madrid, España.
Johnson, Hugh y Robinson, Jancis (2014) “Atlas mundial del vino”, Primera edición en lengua española, Editorial Blume, Barcelona, España.
Parra, Pedro (2020) “Terroir Footprints”, Editor Giorgio Bendetti, first edition, Published by Pedro Parra trough Four Colour Print Group, Louisville, KY, USA.
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Last modified: marzo 1, 2023