202 10 halloween

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El sentido de Halloween

El buen zapallo, calabaza o como se llame en otros lugares, adquiere para fines de octubre cierto aire ritualista bajo una máscara de jocosidad. Una práctica cada vez más extendida a nivel mundial. Eso alcanza su punto culmen el día 31 de octubre, en el que, como se sabe, mucha gente celebra la fiesta de Halloween. Ahí se ven personas con máscaras de calabaza y calabazas enmascaradas en un aire de aparente alegría. ¿Pero qué hay detrás de las máscaras?

Halloween es una festividad que hunde sus raíces en prácticas hechiceras, maniobras de ocultismo y sacrificios horrorosos, actos paganos de druidas y otros nigromantes. Se trata de una celebración relacionada incluso con el satanismo (de hecho, no en vano dicho día es uno de los principales en la agenda de quienes profanan sagrarios católicos). ―“¿Y qué tiene de malo?”, nos dicen. ―”No seas amargado”. Es cierto que hoy en día mucha gente celebra Halloween sin malas intenciones, o por dejarse llevar por modas impuestas por películas, o porque lo encuentran divertido y le quitan importancia al significado. Pero es innegable que es llamativo que un niño cristiano salga de noche disfrazado de demonio emitiendo alaridos que imitan una posesión. ¿Cuál es el verdadero sentido de esta curiosa celebración?

El mundo en su mayoría está atento a la celebración de las tinieblas del día 31, y pocos saben que el día 1 de noviembre se celebra en la Iglesia Católica la festividad de Todos los santos ―los grandes amigos de Dios―, y que el día 2 de noviembre se celebra la festividad de Todos los fieles difuntos (no cualquiera, sino los fieles, los que murieron en la gracia divina). Pero el mundo, que busca con ahínco alumbrar la calabaza, rechaza con mayor ahínco alumbrar el alma con la luz de la verdad.

Es cierto que hoy en día mucha gente celebra Halloween sin malas intenciones, o por dejarse llevar por modas impuestas por películas, o porque lo encuentran divertido y le quitan importancia al significado. Pero es innegable que es llamativo que un niño cristiano salga de noche disfrazado de demonio emitiendo alaridos que imitan una posesión.

Se nos dice que el mundillo del maguito y brujo de moda que ha alcanzado fama mundial, Harry Potter, comenzó para la indicada fecha:

La historia comienza con la celebración del mundo mágico. Durante muchos años, los magos habían vivido aterrorizados por el malvado mago Lord Voldemort. La noche del 31 de octubre, mató a Lily y James Potter. Sin embargo, cuando intentó matar a su hijo de un año, Harry, la maldición asesina avada kedavra se vuelve sobre sí mismo.

Al demonio le encanta falsear todo lo de Cristo, falseamiento que se acrecentará con la venida del Anticristo. Podríamos decir que ya no son tiempos de un “casa en casa” de misioneros que buscan la conversión, sino de un casa en casa, manipulando principalmente a niños, para que se extienda el trick-or-treat (truco o trato), lo que, como mínimo, va calando en las mentes. Incluso cuando la gente se deja llevar por diversión o ignorancia, sin ninguna mala intención… el sentido de la fiesta, de la fecha, de todo su contenido, sigue ahí.

La calabaza en manos de niños puede servir para ayudar a su mamá a hacer un exquisito puré; o para hacer un lindo iglú; o un mini cráter lleno de agua en el que hacer navegar un diminuto barquito de papel; o una luna con la que poder divertirse imaginando que se la agarra… ¿Queremos permitir que sirva también para que en sus mentes se establezca alguna relación positiva para con lo esotérico, ocultista, espiritista? Porque la nueva religión social es esotérica; y aunque sea también ambientalista, llega a ser capaz de cortar zapallos y exhibir cráneos humanos porque se ve macabro.

Ignoro donde se ha originado eso de “calabaza, calabaza, cada uno para su casa”, pero a lo del 31 se le aplica muy bien. Si alguien tenía el pie afuera de casa con sus hijos, así sea por una calabaza, puede regresar a la misma así sea por una calabaza. En lo que hace a los católicos, sabemos que la Morada Celestial es la Santísima Trinidad. No se trata de ponerse amargados, pero sí de celebrar lo propio, lo nuestro, sin dejarnos llevar por modas que no parece que vayan a hacer ningún bien a nuestros hijos.

Autor: Tomás I. González Pondal

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