Dic Libro 1

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Una lectura del debate constitucional chileno de cara a lo que viene

Finalmente, las negociaciones de las élites políticas moderadas dieron resultado: se firmó un acuerdo para reemprender un nuevo experimento constitucional. Muy oportunamente, el mismo día del anuncio fue publicado por Comunidad y Justicia nuestro libro, “La Convención Constitucional: Circo y máquina”, editado por El Líbero. Consta de tres capítulos. En una primera parte narramos múltiples hechos que dieron a la Convención el sobrenombre de “circo”. La segunda parte describe el modo en que los personajes que participaron del debate fueron gestando normas jurídicas, amparándose en argumentos claramente vinculados a las ideologías inspiradoras de la nueva izquierda. Finalmente, el último capítulo intenta explicar tales fuentes ideológicas.

No nos referimos ni a una cuestión “conspiranoica” (como que “la ONU promovió que las ideas de esos autores entraran en la propuesta”), ni tampoco a que los convencionales, de forma letrada y deliberada, hayan querido imponer las ideas de estos autores en el texto. A lo que sí nos referimos es a que estas ideas han logrado impregnar la cotidianeidad de nuestros días, nuestra forma de entender el mundo.

Detenerse en las ideologías de la nueva izquierda ―del Frente Amplio, en el caso chileno― puede parecer un esfuerzo inútil y agotador, pero es necesario, pues es ciertamente lo que estuvo detrás del circo: una máquina. Esas ideologías se veían reflejadas claramente en los discursos de apertura, en las discusiones de los reglamentos, en las iniciativas populares y convencionales, en las comisiones, en los procesos de transversalización, en el Pleno y en la etapa de armonización.

Ahora bien, cuando hablamos de “máquina” no queremos decir que, por ejemplo, Chantal Mouffe o Ernesto Laclau “están detrás” de la propuesta de Constitución, ni ningún otro personaje al estilo del señor oscuro Soros. No nos referimos ni a una cuestión “conspiranoica” (como que “la ONU promovió que las ideas de esos autores entraran en la propuesta”), ni tampoco a que los convencionales, de forma letrada y deliberada, hayan querido imponer las ideas de estos autores en el texto. A lo que sí nos referimos es a que estas ideas han logrado impregnar la cotidianeidad de nuestros días, nuestra forma de entender el mundo, pues la verdadera revolución comienza en las almas. Estas ideas han ido entrando a través de los medios de comunicación, han entrado en los colegios y Universidades, nos hemos empapado de ellas a través de la publicidad, etc. Son parte del aire que respiramos, del aire que respiran los ex convencionales. Algunos pocos habrán leído a estos autores, pero la mayoría no.

Se trata de un conjunto de ideas, varias ideologías o “corrientes de pensamiento”. Dentro de ellas, se apreciaba un claro refundacionalismo (neologismo con el que designamos el intento de subvertir el estado de cosas vigente en nuestra sociedad) y una excesiva veneración por la autonomía, que llamamos autonomismo (para no herir la susceptibilidad de ciertos liberales).

la nueva Convención esta vez se presentará a sí misma como moderada, como renovada por la lección aprendida del fracaso. Pero a juicio nuestro no se tratará sino de un cambio cosmético, en favor de las ideologías que describimos en el libro.

El refundacionalismo no es otra cosa que la materialización del postmarxismo de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau. Revisar parte de sus ideas nos permite reafirmar que la Convención no fue puro circo, y, por otro lado, muestra que la propuesta de la Convención no fue, como se decía en ciertos ambientes de derecha, “una propuesta marxista”. Los convencionales no inventaron la rueda: dichos autores son, remotamente, los ideólogos del Frente Amplio, y hoy incluso forman parte del canon de formación de las Juventudes Comunistas. La mayoría de las izquierdas abandonaron el marxismo clásico, con sus utopías y su escatología, pero también con su mentalidad economicista. Al interior de la Convención se rechazaron las iniciativas de corte marxista clásico (que las hubo, aunque no demasiadas). La nueva izquierda no es simplemente una burda copia del marxismo tradicional, y por eso es necesario conocer el pensamiento de estos autores.

El postmarxismo fue sin duda la principal de las ideologías de la Convención y, como ya hemos mencionado, no fue una introducción de última hora por un par de convencionales ilustrados en unos pocos artículos, sino que se podía apreciar en todo el texto y a lo largo de todo el proceso, con mucha coherencia. Hubo circo, por supuesto, como consta por los sentidos (basta con ver los disfraces de dinosaurios o de la “Tía Pikachu”), pero es innegable que tras el espectáculo había una máquina que funcionó como se pretendía. Por ejemplo, prácticamente todas las medidas concretas mencionadas en el discurso de apertura del convencional Stingo se vieron efectivamente materializadas en el borrador de la propuesta de nueva Constitución. Por mucho que no haya habido una mente maestra moviendo los hilos de lo que pasaba, esas ideologías eran parte del ambiente que se respiraba en la Convención. Incluso los “disfraces” o las formas de hablar (como el uso del lenguaje inclusivo) manifestaban la inspiración ideológica de este órgano.

El autonomismo, el ideal de emancipación total de todo vínculo, estuvo igualmente presente. No deja de ser impresionante lo hondo que ha calado este discurso. En las incontables discusiones que se dieron al interior de la Convención, parecía que el debate se terminaba cuando se llegaba a demostrar que la decisión de un sujeto no afectaba derechos ajenos (incluyendo los  “derechos” de los animales y de la naturaleza). Nadie podía intervenir en la decisión autónoma de un sujeto. Se entrecruzan aquí el liberalismo asociado a cierta derecha con el individualismo propio del progresismo de izquierdas, dando con un endiosamiento de “las autonomías” en los más diversos niveles (no solo la autonomía personal, sino también la autonomía “política, administrativa y financiera” de los territorios: autonomías territoriales indígenas, comunas autónomas, entidades territoriales autónomas…). Depender lo menos posible de otros y borrar del mapa la pertenencia y los vínculos: esa era la consigna.

En el plano individual la propuesta contaba con derechos sexuales y reproductivos que permitían decidir de “forma autónoma”. Los niños podrían decidir sobre ciertas materias en ejercicio de su “autonomía progresiva” y un artículo sobre eutanasia señalaba que todas las personas podían tomar “decisiones libres y autónomas sobre su vida”. También se hablaba de la autonomía de los ancianos, de los discapacitados. Todo ese individualismo, esa promoción de la inveterada costumbre de autarquía, apuntaba, en parte, a desentenderse del problema de que no somos autónomos y dependemos unos de otros.

lo ocurrido en la Convención no fue novedoso y el plebiscito de salida no cerró la puerta a nuevos intentos refundacionales

Se dijo muchas veces que el “estallido social” fue inorgánico, que no había una sola bandera ondeando en las calles en la revolución de octubre de 2019: banderas indígenas, feministas, LGBT, abortistas, etc. La emancipación de muchos sujetos era lo que se veía, no de una sola clase (el proletariado, digamos). Pero esa misma pluralidad es parte esencial de la estrategia socialista que proponen Laclau y Mouffe. Y es que el postmarxismo, aunque en muchas cosas se parece al marxismo clásico ―por su retórica, por el uso de algunas categorías marxistas (lucha, dialéctica, opresión, etc.)― y forma parte de la tradición marxista, no tiene la mirada escatológica ni, sobre todo, el economicismo de Marx. El postmarxismo no se funda en la lucha entre dos sujetos políticos ―la clase proletaria y la clase capitalista―, sino en la articulación de una pluralidad de sujetos políticos ―muchas banderas diferentes― enfrentados contra el status quo, y ese enfrentamiento es precisamente lo que le da unidad a las banderas. Subvertir el estado de cosas vigente, refundarlo todo, es la causa común por la que se mueven en política todos los sujetos políticos acogidos por la nueva izquierda. Esas banderas probablemente seguirán presentes, aunque la Convención se vista de seda.

¿Cuál es, pues, el escenario político que tenemos por delante?  Surge, obviamente, la pregunta de si esta vez será posible ―esta vez sí que sí― una propuesta de Constitución razonable o, al menos, “moderada”. Nos dicen que la izquierda no va a querer correr el riesgo de un nuevo rechazo… Pero ¿de allí se sigue realmente que el resultado será razonable? La cruda verdad es que, si entendemos que lo que hubo detrás de la propuesta rechazada son ciertas ideologías que desde hace años permean en nuestra sociedad, a través de sus diversos aspectos, es difícil creer que realmente surja una propuesta que se aparte claramente de ellas. Por el contrario, se ve como bastante probable que la “nueva Convención” sea mucho más sobria, más “seria”, pues sabemos que “el circo” fue un motivo clave para el rechazo de la primera propuesta. Por ello, será fundamental “guardar los disfraces” y revestirse de seriedad… o mejor dicho, disfrazarse con la frialdad de una oficina de abogados serios, encorbatados y tapados de libros. Esto, que puede parecer una buena noticia, en realidad es muy preocupante, pues la nueva Convención esta vez se presentará a sí misma como moderada, como renovada por la lección aprendida del fracaso. Pero a juicio nuestro no se tratará sino de un cambio cosmético, en favor de las ideologías que describimos en el libro.

En cuanto al “circo”, no quisimos decir ninguna novedad, pero sí queríamos que los lectores puedan tomarle el peso a un aspecto que ha pasado desapercibido: lo ocurrido en la Convención no fue novedoso y el plebiscito de salida no cerró la puerta a nuevos intentos refundacionales, no solo por el nuevo proceso constitucional que comienza, sino por el modo en que se busca implantar una agenda política, es decir, por el intento de la nueva izquierda de materializar su proyecto a como dé lugar.

Como sabemos, desde el primer día la Convención Constitucional chilena estuvo en primera plana. Con o sin justa razón, eso fue así. La novedad de su tarea y lo excesivamente novedoso de sus integrantes tenía a las cámaras con noticias frescas varias veces al día. Y esto aumentó cuando se empezaron a presentar, discutir y votar normas: absurdas, peligrosas o detallistas.

Pero no se trató de un semillero de ideas geniales. No fue un espacio de creatividad para regular las más diversas materias, desde los hongos hasta las juntas de vecinos. Fue el producto de años de activismo, en donde la Constitución era la forma o el vehículo perfecto para instalarlas. El contenido no fue novedoso, sino que este contenido alcanzó su redacción más deseada o “en bruto”, su máxima visibilidad y su forma más perfecta de imponerse a la sociedad. Esto se refleja en mayor medida en las agendas identitarias, en el ecologismo, el indigenismo, el feminismo, el extremo regionalismo y el intento por dar vuelta el sistema político y el poder judicial. Por ejemplo, un caso concreto es el del aborto, claramente marcado por una retórica feminista. Para nadie es un secreto que el feminismo busca el aborto sin causales ni límites. Y han buscado implantarlo una y otra vez, incansablemente. Entre 1991 y 2014, se presentaron al menos 12 proyectos de ley que proponían algún tipo de despenalización del aborto. En 2014, la ex Presidenta Michelle Bachelet presentó uno que permitía el aborto en tres causales y se convirtió en ley en 2017. Poco después, en 2018 se presentó un nuevo proyecto de ley que permitía abortar hasta las catorce semanas, que fue felizmente rechazado en diciembre de 2021. Luego, en la Convención se presentaron cerca de diez iniciativas (populares, convencionales e indígenas) sobre la misma materia, y tres de ellas mencionaban explícitamente el aborto libre.

Las ambiciones de los refundacionalistas pueden graficarse como la pendiente de una montaña, en donde la cima es la norma de la Convención, en la materia que sea, y es a ella a la que buscarán volver, empujando poco a poco y por distintas vías. No importa el camino ni la demora: lo importante es subir sin descansar

Se rechazó la propuesta constitucional en septiembre de 2022, que consagraba una versión final sobre los derechos sexuales y reproductivos, permitiendo el aborto sin ningún tipo de límite. No obstante, menos de un mes después, la Ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana, anunció que el Gobierno presentaría un proyecto de ley que permitía el aborto sin causales. Por último, se incluyó el derecho a la vida como una de las bases constitucionales en el nuevo proceso constituyente que se quiere implementar: si bien se excluye la mención explícita al que está por nacer, los sectores proaborto consideran que el aborto piedra angular de su agenda… mientras que la mayoría del mundo provida parece prefierir guardar un cómodo silencio.

Las ambiciones de los refundacionalistas pueden graficarse como la pendiente de una montaña, en donde la cima es la norma de la Convención, en la materia que sea, y es a ella a la que buscarán volver, empujando poco a poco y por distintas vías. No importa el camino ni la demora: lo importante es subir sin descansar. En el Congreso se discuten proyectos de ley ―presentados antes, durante y después de la Convención― cuyo contenido es similar a las normas de la fenecida propuesta de nueva Constitución. En el Ejecutivo, por su parte, las declaraciones del Presidente y sus ministros no revelan una renuncia a sus proyectos refundacionales. El Poder Judicial no se queda atrás, pues parte de la judicatura ya falla según “perspectiva de género” (dando primacía a la “perspectiva” por sobre la imparcialidad propia de un juez), aunque eso implique fallar contra legem. En las universidades y colegios no se enseña, se adoctrina, se inculcan ciertas ideologías.

Si miramos las bases populares de Chile ―y otro tanto puede decirse de una parte considerable de Latinoamérica―, veremos que el refundacionalismo no fue derrotado. El plebiscito del 4 de septiembre no fue una derrota definitiva del “Apruebo”, y las fuerzas de la izquierda dura no van a desistir en su proyecto político de instalar sus ideas por vía constitucional. Es más, podemos decir que sí hubo una victoria del Apruebo. Terminada la Convención, la discusión se centró en sus normas más polémicas, y las promesas del oficialismo de tranquilizar los ánimos demuestran que el marco de la discusión estaba predefinido. Esto significa que hubo elementos que quedaron instalados en la opinión pública, que pasaron a formar parte de lo “aceptado” o “políticamente correcto” sin previa discusión. En el caso del aborto, la discusión se centró en si había o no límites ―plazos o causales― y si le correspondía a la Constitución o a la ley definirlos, pero se asumía, y quedó instalado, que se trataba de un derecho humano. Al conceder implícitamente esa premisa, se planta una semilla que dará sus frutos, quizás más temprano que tarde; y lo mismo se hizo con el resto de las materias, tanto las más discutidas como las que pasaron inadvertidas.

Por ello, el Apruebo sí ganó algo, y quizás en el plano en el que se manejan mejor, que es el de plantear de antemano el marco de la discusión. Y dicho marco pretende instalar ciertos conceptos, e implantar medidas concretas: plurinacionalidad, derechos sexuales y reproductivos, autonomía progresiva, educación sexual integral… Conceptos que sin duda se van a discutir en el nuevo proceso constitucional que inició con el acuerdo político del 12 de diciembre (que mencionamos al comienzo de este texto), y que probablemente sean incorporados a la segunda propuesta de nueva Constitución que se redactará. Por eso es necesario sacar lecciones del proceso anterior, y comprender a fondo la mentalidad postmarxista. Nos quedamos dormidos por treinta años, y sería grave no conocer en profundidad el pensamiento que inspira la estrategia de subversión que sigue en curso.

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La Convención Constitucional: Circo y máquina

Roberto Astaburuaga, Rosario Corvalán y Vicente Hargous

Ediciones El Líbero

Santiago de Chile

2022

Autores:

Roberto Astaburuaga

Abogado ONG Comunidad y Justicia

Rosario Corvalán

Abogada ONG Comunidad y Justicia

Vicente Hargous

Abogado ONG Comunidad y Justicia

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