Adam Smith URBINA 1

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Algunos fundamentos de la economía actual

Cada cierto tiempo surgen intervenciones de autores liberales que, frente a acusaciones contra el liberalismo económico ―al que imputan la promoción indiscriminada de egoísmo, indiferencia y codicia―, responden aludiendo a la obra más desconocida de su gran profeta, Adam Smith: La Teoría de los Sentimientos Morales. No faltan quienes se escudan en pasajes que destacan que Smith no defendería moralmente el egoísmo puro. Los ejemplos son abundantes. Sin ir más lejos, en marzo de este año, José Luis Saz ―Diputado de Ciudadanos en Cortes de Aragón, España― acudió a esta defensa [1]. Lo mismo han hecho en distintos contextos en Chile, entre otros, Axel Kaiser [2] y Leonidas Montes [3]. Sorprendente para unos, conocido para otros, Adam Smith, el padre de la Economía, no fue por formación economista sino filósofo, y en particular se especializó en Ética. Prueba de ello es la obra ya mencionada, primero y último de sus libros (se publicó en 1759 y en 1790, cuando lo revisó y volvió a publicar). En uno de los pasajes de esta obra Smith nos dice: “Sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos, restringir nuestros impulsos egoístas y fomentar los benevolentes, constituye la perfección de la naturaleza humana; sólo así puede producirse entre los seres humanos esa armonía de sentimientos y pasiones que resume toda su gracia y propiedad” (Smith, A.; La Teoría de los Sentimientos Morales).

Como filósofo moral que era, a Smith no le podía dejar de rondar por la cabeza que el egoísmo era algo moralmente reprobable de por sí y que, por tanto, requería de alguna justificación. Y no solo desde el punto de vista económico sino también desde el punto de vista ético.

En efecto, la cita de Smith nos deja algo perplejos. Esta afirmación ¿no está acaso en diametral contradicción con el principio de la “mano invisible” planteado por Smith en la más conocida de sus obras, La Riqueza de las Naciones, y según el cual si todos individuos de una sociedad actúan egoístamente, buscando sólo su propio interés, terminarán promoviendo el bienestar de dicha sociedad de un modo mucho más eficiente del que resultaría si en verdad buscasen hacerlo (Smith, A.; Investigaciones sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones)? Efectivamente, pareciera que hay una contradicción entre estos dos pensamientos de Smith, como si hubieran sido escritos por dos hombres totalmente distintos. Pero si analizamos más a fondo y nos adentramos más en los escritos de Smith nos daremos cuenta de que no es así.

Como filósofo moral que era, a Smith no le podía dejar de rondar por la cabeza que el egoísmo era algo moralmente reprobable de por sí y que, por tanto, requería de alguna justificación. Y no solo desde el punto de vista económico sino también desde el punto de vista ético.

Para entender la justificación que da Smith primero hay que tener en cuenta que su filosofía moral distingue dos niveles: el deber ser moral y el actuar real del individuo ético. En su Teoría de los Sentimientos Morales nos dice: “Yo diría que, a pesar de que las intenciones de toda persona sean siempre propias y benévolas, por un lado, o impropias y malévolas, por el otro, aun así, si fallan en producir sus efectos, sus méritos parecerán imperfectos en un caso, y sus deméritos incompletos en el otro” (Smith; La Teoría…).

Así, Smith distingue dos dimensiones del acto moral: la intención y el resultado. Luego, dada la ambigüedad de las intenciones y la falta de conocimiento que tenemos de ellas, se opta por el resultado como elemento principal del juicio moral. Desde esa perspectiva, se tiene la base para postular que la conducta será evaluada ya no en función de su intención, buena o mala, sino en función de sus resultados, buenos o malos. Así, un acto motivado por la mejor de las intenciones podría calificarse como “malo” si sus resultados son malos y, a la inversa, un acto motivado por las intenciones más perversas podría calificarse como “bueno” si sus resultados son buenos.

La búsqueda del interés propio sin considerar a los demás (egoísmo), intrínsecamente vicio, puede volverse virtud por traer el bienestar general; y la no satisfacción propia para procurarla a los demás (altruismo), intrínsecamente virtud, puede volverse vicio por obstaculizar el bienestar general.

De este modo, el egoísmo, malo de por sí, es santificado por sus efectos positivos, por traernos el milagro de la eficiencia económica pues “no es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino el cuidado que tienen ellos de su propio interés” (Smith; Investigaciones…). La búsqueda del interés propio sin considerar a los demás (egoísmo), intrínsecamente vicio, puede volverse virtud por traer el bienestar general; y la no satisfacción propia para procurarla a los demás (altruismo), intrínsecamente virtud, puede volverse vicio por obstaculizar el bienestar general. Y es que, como ya había dicho el filósofo Bernard Mandeville en su famosa Fábula de las Abejas (1714), son los vicios privados los que hacen la prosperidad pública y, por tanto, lo mejor que podemos hacer es dejar de quejarnos de la falta de ética ya que, a decir de él, “solo los tontos se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Fraude, lujo y orgullo deben vivir, si queremos gozar de sus dulces beneficios” (Mandeville, B.; La Fábula de las Abejas).

Ha nacido, entonces, la “nueva ética”, la ética del utilitarismo. Pero no es que se presente como abjurando de la ética anterior, sino que (supuestamente) ha hallado un mecanismo de absolución. No es la ausencia del pecado sino el pecado santificado .

Con todo ello no pasaría mucho tiempo para que el filósofo inglés Bentham escribiera: “La naturaleza ha situado a la humanidad bajo el gobierno de dos dueños soberanos: el dolor y el placer. Solo ellos nos indican lo que debemos hacer y determinan lo que haremos. (…) El principio de utilidad reconoce esta sujeción” (Bentham, J.; “An Introduction to the Principles of Morals and Legislation”). Ha nacido, entonces, la “nueva ética”, la ética del utilitarismo. Pero no es que se presente como abjurando de la ética anterior, sino que (supuestamente) ha hallado un mecanismo de absolución. No es la ausencia del pecado sino el pecado santificado.

En la segunda edición de la Teoría de los Sentimientos Morales Smith le dedica duras críticas a Mandeville y a Bentham por haber elevado a la utilidad (placer) a la categoría de “principio”. Pero era demasiado tarde… El ser se confundía con el deber ser, la conducta aparentemente más recurrente fue tomada como la base para la dirección de toda la vida económica, y pasarían menos de dos siglos para que el economista John Maynard Keynes escriba que “debemos simular ante nosotros mismos y ante cada uno que lo bello es sucio y lo sucio es bello, porque lo sucio es útil y lo bello no lo es. La avaricia, la usura y la precaución deben ser nuestros dioses por un poco más de tiempo todavía porque solo ellos pueden guiarnos fuera del túnel de la necesidad económica a la claridad del día” (Keynes, J. M., citado en Schumacher, E.F.; Lo pequeño es hermoso). Como se ve, el camino al cielo está pavimentado con malas intenciones. Y esa es la base “ética” de la economía de nuestro tiempo, tanto en la teoría como en la práctica.

Autor: Dante Urbina

 Doctor en economía

Notas

[1] La intervención está disponible en la cuenta de Twitter de Daniel Pérez Calvo, vicesecretario general del partido Ciudadanos: https://twitter.com/DanielPerezCs/status/1507094106807627776 (consultado el 8 de abril de 2022). 

[2] Una ocasión en que defendió esta tesis fue en una entrevista televisiva, en el programa Mentiras Verdaderas, en La Red: “es un Adam Smith de La Teoría de los Sentimientos Morales, porque la gente se olvida que Adam Smith ―llamado padre de la economía moderna― era un filósofo moral. El primer libro que escribió (…) se llama La Teoría de los Sentimientos Morales, donde él destaca mucho (…) la capacidad que tenemos los seres humanos de empatizar con otros, de ser benevolentes, de ser solidarios, de ponernos en el lugar del otro. Entonces, no es ese mito que se ha construido (…), que es el ser humano racional, egoísta, calculador, que no se preocupa por nadie y que es un desalmado”, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=AQrHD98fbHM (consultado el 8 de abril de 2022).

[3] Por ejemplo, en un panel organizado por la Fundación para el Progreso (FPP) dijo: “si uno dijera: «mi cabeza está con La Riqueza de las Naciones», bueno, el corazón de cada uno yo creo que está con La Teoría de los Sentimientos Morales, porque también es un libro maravilloso, y ambos se combinan en lo que Adam Smith llamaba la virtud, donde se mezclan la mejor cabeza con el mejor corazón”, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=wtSRnLEIE4I (consultado el 8 de abril de 2022). También defendió esta idea en una columna publicada después del llamado “estallido social” chileno en el Diario Financiero: “El progreso, bien lo sabemos, es más complejo que el PIB per cápita. En cierto sentido nos quedamos solo con el Adam Smith de la Riqueza de las Naciones, y todavía no hemos visto la importancia de su Teoría de los Sentimientos Morales”, disponible en https://www.df.cl/opinion/columnistas/la-primavera-chilena (consultado el 8 de abril de 2022)

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