
febrero 3, 2025• PorR.R. Reno
Sexo, libertad y la dictadura del arcoíris
A menudo pensamos que el principio rector de la revolución sexual fue la libertad sexual [1]. Este punto de vista no es falso, pero no es la imagen completa. No niego que la revolución sexual pretendiera reducir la censura y ampliar la libertad. En materia de sexo, nuestra sociedad es mucho más permisiva que hace dos generaciones. Lo que quiero decir es que la revolución sexual fue mucho más allá, para afectar y alterar nuestra relación con nuestros cuerpos. Buscó anular la autoridad de la naturaleza.
La libertad de fertilidad, simbolizada por la píldora, siempre fue más fundamental que la libertad de censura. La libertad de fertilidad separa las relaciones sexuales de la responsabilidad de una nueva vida. Este corte permite a los progresistas reformular la moral sexual en términos de decisión personal y realización. Si no hay consecuencias, ¿quién puede oponerse a lo que la gente hace con su cuerpo, siempre que la pareja dé su consentimiento?
La capacidad tecnológica de separar las relaciones sexuales de la fertilidad nunca fue infalible. El aborto era y sigue siendo una necesidad para la revolución sexual. Funciona como garantía de la promesa revolucionaria de que el sexo puede ser libre de consecuencias. (En los últimos años, el derecho al aborto se ha rebautizado como libertad reproductiva). En las dos últimas generaciones Occidente ha adoptado, en lugar de este reconocimiento limitado de la realidad natural de las relaciones sexuales, la sorprendente opinión de que el sexo es “naturalmente” infértil. Como oímos una y otra vez, el sexo es una expresión de amor y fuente de placer. En el mundo revolucionario, los hijos son una decisión.
La capacidad tecnológica de separar las relaciones sexuales de la fertilidad nunca fue infalible. El aborto era y sigue siendo una necesidad para la revolución sexual. Funciona como garantía de la promesa revolucionaria de que el sexo puede ser libre de consecuencias.
Desde este punto de vista, el sexo no tiene nada que ver con sus orígenes evolutivos (si se piensa científicamente) o de creación (si se piensa bíblicamente), a menos que decidamos en raras ocasiones recoger el fruto de la verdad evidente de que la procreación es el propósito central y la consecuencia de las relaciones sexuales. Esta subversión tecnológica de la realidad sustenta la normalización de la masturbación y otros actos sexuales, como la sodomía. Cuando participé activamente en los debates sobre la moral sexual en la Iglesia Episcopal, llegué a ver que la homosexualidad desempeña un papel simbólico central en la revolución sexual. Hay que celebrar las relaciones homosexuales, porque su esterilidad intrínseca realiza la forma más fundamental de libertad sexual: la libertad de nuestro ser encarnado.
Pero la revolución sexual es mucho más que eso. Nuestros cuerpos son fértiles. Tenemos dentro de nosotros el potencial para una nueva vida. La revolución sexual promete liberarnos de este hecho natural. Nuestros cuerpos también son imperfectos y frágiles. Los cuerpos de algunas personas sufren defectos que los hacen infértiles. Otros heredan un ADN que los carga con discapacidades y los hace vulnerables a ciertas enfermedades. La mayoría de nosotros desearíamos ser más altos, más delgados, más atractivos o más inteligentes. La naturaleza suele ser generosa, sí, pero a veces puede ser parsimoniosa, o incluso cruel. Nuestra encarnación conlleva la maldición de la mortalidad. Del polvo venimos y al polvo volveremos. La revolución sexual promete libertad también en estos ámbitos.
En otras palabras, la revolución sexual es (y siempre ha sido) muchísimo más que sexo. En la sopa de letras de los derechos de los homosexuales (gay rights), la L, la G, la B e incluso la Q parecen referirse a con quién se tiene sexo y cómo. Pero hoy la inclusión del transgenderismo (transgenderism) demuestra lo contrario.
La tradición bíblica apoya el uso de la inteligencia humana para remediar los defectos de nuestra condición corporal, protegernos de las enfermedades y restaurar la salud cuando sea posible. Pero estas medidas ―la tecnología en sentido amplio― operan dentro de una concepción sustantiva según la cual el ser humano alcanza su plenitud como criatura en un cuerpo, viviendo de acuerdo con la naturaleza. La revolución sexual se aparta de la tradición bíblica. Pretende escapar de los límites de la naturaleza.
En otras palabras, la revolución sexual es (y siempre ha sido) muchísimo más que sexo. En la sopa de letras de los derechos de los homosexuales (gay rights), la L, la G, la B e incluso la Q parecen referirse a con quién se tiene sexo y cómo. Pero hoy la inclusión del transgenderismo (transgenderism) demuestra lo contrario. L0s “tratamientos afirmativos de género” (“Gender-affirming care”) para preadolescentes no tienen nada que ver con el sexo y sí mucho que ver con la ambición más fundamental de la revolución sexual: liberarnos de nuestros cuerpos y de los límites que imponen. (Algunos argumentan que juzgo mal el componente sexual, porque permitir que los niños “consientan” la transición sienta las bases legales para permitir que los niños “consientan” tener relaciones sexuales con adultos).
Visto de esta manera, podemos observar que la revolución sexual promueve los ideales que sustentan el aborto eugenésico. La tecnología médica ha avanzado mucho desde el apogeo de la eugenesia a principios del siglo XX. En aquella fase, quienes deseaban liberar a la humanidad de nuestra vulnerabilidad corporal a la imperfección tuvieron que adoptar la tosca técnica de esterilizar a quienes tenían más probabilidades de transmitir un ADN defectuoso. Hoy en día, el complejo médico-industrial emplea pruebas prenatales, y la eugenesia se practica bajo el signo de la decisión. El aborto eugenésico está tan extendido en Europa que en muchos países casi no nacen niños con síndrome de Down.
El suicidio médicamente asistido es otro aspecto de la revolución sexual. Hace con la mortalidad lo que la anticoncepción artificial hace con la fertilidad. La píldora hace que la fertilidad sea una decisión; los derechos de los homosexuales (gay rights) hacen que el sexo de nuestras parejas sea nuestra decisión; los “tratamientos afirmativos de género” pretenden hacer que el sexo de mi cuerpo sea una decisión. El suicidio médicamente asistido sigue el mismo patrón: la hora y los medios de nuestra muerte son materia de nuestra decisión.
En todo orden de cosas la dictadura del arcoíris repudia los límites impuestos por nuestros cuerpos, y la negación de todos estos límites juntos equivale a rechazar la autoridad de la naturaleza.
El aborto eugenésico y el suicidio asistido van camino de converger. En Bélgica, los jóvenes con enfermedades terminales avanzadas pueden recibir la “terapia médica” de “muerte asistida”. Canadá ha adoptado disposiciones similares, ampliando este “derecho” a los jóvenes. Es previsible que haya nuevas expansiones de la práctica de matar para liberarse de las aflicciones del cuerpo. Las aflicciones del alma son las siguientes. Ya en Canadá, la depresión y otras formas de angustia mental lo califican a uno para recibir “asistencia para morir”.
La libertad sexual, los derechos de los homosexuales (gay rights), el aborto, el transgenderismo (transgenderism), la eugenesia y la eutanasia son los elementos centrales de la dictadura del arcoíris (Rainbow Reich), el régimen que está al alza en Occidente. Otros aspectos incluyen las tecnologías reproductivas que hacen que todos los elementos corporales de la fertilidad ―huevo, esperma y útero― sean materia de decisión, tanto como una cirugía estética no terapéutica y las técnicas de mejora corporal (bodily enhancement). Es verdad: estos fenómenos se ven algo diferentes. Los actos sexuales y los asesinatos se analizan de forma algo diferente en la reflexión ética, y aquellos también son diferentes de los tratamientos médicos no terapéuticos. Pero en todo orden de cosas la dictadura del arcoíris repudia los límites impuestos por nuestros cuerpos, y la negación de todos estos límites juntos equivale a rechazar la autoridad de la naturaleza. Puede que los progresistas no articulen este principio, pero perciben una unidad subyacente, de ahí la convergencia política de estas cuestiones en un frente unido, una manifestación de la “interseccionalidad” representada por el símbolo del arcoíris. Estoy bastante seguro de que una amplia mayoría de quienes respaldan los derechos LGBTQ también apoyan el aborto, la eutanasia, las tecnologías de reproducción asistida y otras medidas. Estas prácticas siempre anulan la autoridad de la naturaleza, convirtiendo nuestros cuerpos en lugares de decisión personal.
La revolución sexual ha erigido la dictadura del arcoíris. Su ambición es reestructurar la cultura y la moral para que nuestras vidas sean conducidas de modo casi absolutamente libre respecto de nuestros cuerpos. El atractivo debería ser evidente. La dictadura del arcoíris predica una especie de evangelio, porque en su forma más fundamental la libertad de nuestros cuerpos evoca la posibilidad de la vida eterna, la libertad de la última palabra de la muerte. Como gran parte de la política progresista, esta ambición es una perversión de la tradición bíblica. Lo que Dios ha creado es bueno, y su ambición es redimirnos como criaturas encarnadas. En el verdadero Evangelio, la decisión crucial va en la dirección opuesta a la decisión en el falso evangelio de la dictadura del arcoíris. Dios elige encarnarse, asumir nuestra carne, para que nosotros podamos ser libres de nuestra esclavitud al pecado y a la muerte, ser libres para decir “sí” a su promesa de vida eterna con Él, promesa que se cumple en la resurrección final de nuestros cuerpos.
Notas
[1] Este texto es la traducción de una parte de un texto más largo titulado Facing the Crisis, publicado en la sección The Public Square, del Número de diciembre de 2023 de la revista First Things. El título original del fragmento aquí traducido era Notes on the Sexual Revolution. Agradecemos a R.R. Reno por su generosidad y buena disposición para publicar traducciones de sus escritos en Suroeste.
Traducción de Vicente Hargous, Editor.
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Last modified: marzo 18, 2025