
Carta al Editor
Señor Editor:
Recientemente, en su columna del 25 de febrero, “Defendiendo al rico epulón; desfinanciando al pobre Lázaro”, John C. Médaille invoca la parábola del Buen Samaritano para criticar las medidas antinmigración del gobierno del susodicho país. Sin embargo, interpretar la parábola del Buen Samaritano estrictamente como un llamado a cuidar del “otro” es superficial. Si fuera simplemente ese el mensaje de nuestro Señor, habría bastado con que apareciera el Samaritano a ayudar al viajero, atacando el jingoísmo judío de la época. Sin embargo, nuestro Señor menciona otras dos figuras antes del samaritano: al sacerdote y al levita, a quienes les correspondía, en virtud del “orden de caridad”, una mayor responsabilidad de ayudar a su compatriota.
En otras palabras, la parábola no es tanto una apología “al extraño” o a una ambigua “dignidad humana”, sino una crítica que es constante del Mesías a los fariseos en los Evangelios: “ha tenido que venir un extranjero a cumplir aquella tarea que, primero, les está encomendada a ustedes”.
Last modified: marzo 4, 2025