
marzo 28, 2025• byJohn C. Médaille
Respuesta a J. I. Palma
José Ignacio Palma ha escrito una excelente columna en respuesta a sus críticos, entre los que me incluyo. Nos lleva por algunas reflexiones interesantes sobre la compatibilidad de la teología racionalista y mística; sobre el deber primario hacia los más cercanos, por lazos familiares o vínculos comunitarios; sobre la intensidad del amor; y sobre los peligros de un vago humanismo. Y en todo esto su análisis es correcto o, al menos, defendible. Sólo hay un problema: nada de esto aborda el tema que nos ocupa. De hecho, nada de esto es particularmente controvertido, por lo que es una defensa feroz de cuestiones que no están en disputa, pero evita la cuestión que sí está en disputa.
La disputa en cuestión se refiere a si el ordo amoris puede utilizarse como lo utilizó J.D. Vance: para defender el nacionalismo confrontacional de America First y la demonización de los inmigrantes. Ahora bien, un par de puntos están en juego aquí. En primer lugar, resulta un tanto extraño citar al autor de “La ciudad de Dios” (De Civitate Dei), esa denuncia contra todos los nacionalismos, en apoyo de un nacionalismo confrontacional, esa fuente de todas las guerras. En segundo lugar, Estados Unidos, para bien o para mal, depende de los inmigrantes. En efecto, sin la primera y la segunda generación de inmigrantes (los que llegaron y sus hijos) Estados Unidos estaría ya en un invierno demográfico, y sin la tercera generación (los nietos) apenas tendríamos un país. Así pues, el cuidado de Estados Unidos, según el ordo amoris, debe implicar el cuidado de los inmigrantes.
No es que nuestros problemas demográficos dicten una frontera abierta (open border), pero sí dictan que incluso el cuidado por nuestro propio país implica el cuidado de las personas que lo hacen posible, y muchas de esas personas son inmigrantes de primera, segunda o tercera generación. En otras palabras, el ordo amoris de Agustín incluye, no excluye, a estas personas.
La disputa en cuestión se refiere a si el ordo amoris puede utilizarse como lo utilizó J.D. Vance: para defender el nacionalismo confrontacional de America First y la demonización de los inmigrantes.
El Sr. Palma dice que “no pensaríamos bien de la persona que acude a la ayuda del migrante necesitado o que dona dinero para ayudar a los pobres de un continente lejano, si al mismo tiempo abandona a sus hijos o incumple las leyes justas de su ciudad” (Palma, J.I.; “Un Dios-Logos lleno de amor por nosotros”). Pero, ¿quién defendería eso? Desde luego, parece un argumento de hombre de paja. De nuevo, es una refutación brillante contra un argumento que nadie ha esgrimido. Y de hecho, Vance y Trump no abogan por aumentar el apoyo a nuestros propios pobres; en realidad abogan por más apoyo para quienes ya tienen más de lo que pueden usar. Una cosa sería que detuvieran los envíos de alimentos de USAID a los pobres de África para alimentar mejor a los pobres de Ohio, pero no es así. Más bien, están dejando que la comida se pudra en los muelles con el único objetivo de reducir los impuestos a los ricos; están sustituyendo el ordo amoris por un inordinatio amoris, un amor ordenado por un amor desordenado, un amor por los ricos, que son sus principales patrocinadores.
Entonces, subsiste la pregunta: “¿quién es mi prójimo?”. Trump, y por extensión Vance, quiere engullir a un prójimo (Canadá), y ultrajar a otro. Y quiere volver a un prójimo contra otro prójimo, como cuando dijo de los inmigrantes que “se están comiendo a los gatos, se están comiendo a los perros…”. Resulta que toda esa historia surgió de una triste señora cuyo perro desapareció y, en su dolor, acusó a sus vecinos haitianos de haberse comido al animal. Más tarde, el perro volvió a casa y la señora, horrorizada por lo que había empezado, pidió perdón a sus vecinos. A partir de esta triste historia se tejió una red de mentiras utilizadas para vilipendiar a comunidades enteras, haitianas o no. Y si Vance tuviera algo de cristianismo de verdad, haría lo mismo que la triste vecina: se arrodillaría ante esa comunidad para pedirles perdón. Así, y sólo así, puede cumplirse el ordo amoris.
La cuestión de “quién es mi prójimo” se agudiza en una economía globalizada. La sociedad moderna es una construcción compleja; atrás quedaron los días en que la mayor parte de lo que comíamos y lo que vestíamos procedía de nuestros vecinos, o incluso de tierras cercanas. La distancia, para bien o para mal, ha sido aniquilada. María, la de “la maquiladora” [1], nos es desconocida; sin embargo, dependemos de ella. Su trabajo nos viste. Comprueben la etiqueta si no me creen. Y puesto que el ordo amoris dicta el cuidado de los más cercanos a nosotros, dicta el cuidado de María, quien, sin rostro para nosotros, está sin embargo sobre nuestras espaldas. De hecho, está en nuestros calzoncillos (comprueba la etiqueta); no puedes acercarte a ella mucho más que eso.
Y es absolutamente cierto que necesitamos una mejor política de inmigración, pero por razones opuestas a las que se suelen citar. Porque la cruda realidad es que nos beneficiamos (we profit) de la inmigración. Pero nuestra ganancia es una pérdida para México. Y una pérdida para la India, Bangladesh y Honduras. Necesitan lo que la gente que huye de sus tierras puede ofrecerles. Por eso necesitamos políticas que permitan a estas personas permanecer en sus países de origen y tener una vida digna. La triste historia de las relaciones de Norteamérica con Hispanoamérica, y de hecho con el mundo entero, es que ordenamos las cosas a nuestro favor. Y en esto, la política de inmigración no es diferente. Es decir, seguimos precisamente la política de America First y allí es donde nos ha llevado.
Puesto que el ordo amoris dicta el cuidado de los más cercanos a nosotros, dicta el cuidado de María, quien, sin rostro para nosotros, está sin embargo sobre nuestras espaldas.
Se podría hacer mucho para fortalecer las economías y las estructuras políticas de estas tierras, pero aquí sólo mencionaré la sugerencia del Papa Pablo VI en Populorum Progressio, a saber, que el “salario justo” se aplique al comercio internacional. El trabajo de María debería permitirle ganarse la vida dignamente en su tierra natal, sin tener que venir al Norte para mantener a su familia. He aquí un caso en el que los aranceles podrían ser realmente útiles: ofrecer a los países la posibilidad de elegir entre dos alternativas, pagar a María o pagar impuestos aduaneros. El país exportador seguiría teniendo una gran ventaja, ya que un sueldo mínimo (living wage) en estas tierras está muy por debajo de lo que es en Estados Unidos. Pero serviría para levantar la economía de estos países y proporcionar una base firme para su crecimiento económico y político. Y para la estabilidad.
Y tendría otro efecto: uniría a las clases trabajadoras de todos esos países, en lugar de enfrentarlas entre sí, como ocurre ahora. Tal como están las cosas, los ricos cosmopolitas están unidos, y unidos contra los pobres. El jeque del petróleo de Arabia, el magnate de la industria de la India, el corredor de bolsa de Londres y el magnate inmobiliario de Nueva York tienen más en común entre sí que cualquiera de ellos con el trabajador de su ciudad o el agricultor de su campo. Y pueden esquiar juntos en Suiza, pasar vacaciones juntos en Riviera, sus esposas compran juntas en París y se reúnen en Davos para discutir el destino de los seres inferiores que trabajan en sus fábricas. Y pueden enfrentar a los pobres de una tierra con los pobres de otra. Acabar con esto haría avanzar el ordo amoris mucho más que las políticas de America first.
La sugerencia de Pablo VI reduciría la necesidad de la inmigración, pero quizá lo más importante es que establecería al trabajador como una fuerza internacional capaz de contrarrestar a las élites globales, en lugar de hacer que se enfrenten entre sí en competencia por las sobras que caen de la mesa del rico. De hecho, sería una Internationale mucho más grande de lo que Marx jamás pudo soñar.
Y eso sí que cumpliría el ordo amoris.
Notas
[1] Mex. (también en uso en Ec., El Salv., Guat. y Hond.): “Fábrica dedicada al trabajo de manufactura textil («maquila») por encargo de una empresa”. En el caso de México, normalmente son industrias que se ubican cerca de la frontera (Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, Reynosa y Heroica Nogales) y la empresa que realiza el encargo suele ser estadounidense.
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Last modified: abril 16, 2025