
enero 14, 2025• PorTrinidad Henríquez Cajales
Silencio, secreto y relaciones familiares
“Jane Eyre” (1847) de Charlotte Brontë, es una novela clásica de la literatura inglesa decimonónica. Trata sobre la joven huérfana homónima que inicia un proceso de madurez al ingresar como institutriz en la casa de Mr. Rochester, dueño y señor de Thornfield Hall. En aquel castillo, toma la labor de educar a una pequeña sobrina, al tiempo que comienza a descubrir los secretos que esconden los pasillos del hogar. En esa línea, hay una serie de acontecimientos velados para los protagonistas, que progresivamente se van tornando accesibles tanto para el lector como para los personajes. Varios de tales eventos juegan un rol preponderante en la comprensión ya de la trama en su conjunto, ya de la psicología de los personajes trazados por la autora. Si ello es así, podríamos intentar una lectura de la obra de Charlotte Brontë a la luz de los llamados “secretos de familia”.
Si leemos con atención, veremos que Brontë retrata en su obra el silencio y el secreto como tópicos literarios, a través de fragmentos en que expone lo que suele entenderse por “secretos de familia”, y su impacto en las biografías y dinámicas interpersonales; es interesante notar que la novela en cuestión, podría explicarse simbólicamente bajo ese prisma.
I. “Permanece en silencio”
Ya en sus primeras líneas, la novela muestra una lección recibida por la pequeña Jane, de boca de Mrs. Reed —su tía y tutora legal— que influye en su modo de relacionarse con el resto: “Jane, no me gustan los caviladores ni los cuestionadores […] Siéntate en algún lado; y hasta que puedas hablar agradablemente, permanece en silencio” (Brontë; Jane Eyre, II) [1]. Aunque la joven se mantuvo firme en sus ideas, dicha lección la acompañó en su desarrollo por el resto de su vida. Permanece en silencio. Para salir de la periferia familiar y social, para ingresar al mundo de los adultos victorianos, Jane ya sabía qué debía hacer; pero hay silencios y silencios.
Secreto en el gozo del mundo interior de Jane al abrirse a la cultura y los estudios; su interés por el conocimiento crean en ella una interioridad íntima, valga la redundancia, que la protege de su entorno adverso y le abre puertas a nuevas oportunidades.
Hay silencios que provienen del total abandono de sí, de una confianza que reposa en un absoluto mayor, el silencio de una noche oscura de un san Juan de la Cruz o de una santa Teresa de Ávila. Hay silencios, en cambio, que son hijos del dolor, de la angustia que sobrepasa, que bloquea la lengua y el alma. Los hay provenientes de la sanción por la corrupción de la palabra que implica la mentira, como el candado en boca de Papageno, y los hay como ofrenda amorosa de quien se priva de lo amado en aras de un amor todavía mayor, como en Little Mermaid de Andersen. Así también, hay un silencio cómplice como el de Monsieur Bienvenue al declarar inocente a Jean Valjean; un silencio en el encuentro con lo inefable que sólo permite su contemplación; y un silencio de quien ya no tiene qué decir, como al término de Hamlet: “Lo demás es silencio” (5.2.352) [2]. Está el silencio que expresa lo verdadero, como el de Cordelia frente a la pregunta nefanda de Lear. Está, en fin, el silencio imposible, como en 4:33 de John Cage. Tantos silencios posibles, reflejo de una realidad humana que no puede prescindir de ellos.
Primo hermano del silencio, aunque por lo mismo distinto de él, es el secreto. Probablemente el más frágil y el más traicionado de los recursos literarios; cada vez que asoma uno en un relato, sabemos de antemano que más temprano que tarde será defraudado. Bien lo sabía Racine: “No hay secretos que el tiempo no desvele” (Racine, J.; Britannicus, IV, 4) [3]. Así también lo refleja la novela que analizamos cuando sale a la luz el silencio de Mrs. Reed por desprecio de su sobrina al ocultarle la intención del tío de Jane de adoptarla como heredera.
En otra perspectiva, es posible aproximarnos al secreto como a un templo, un arca, un reducto de lo sagrado, el último bastión de lo íntimo:
“[…] es en los secretos donde se oculta lo más profundo y verdadero del ser humano y, en consecuencia, de la familia; los impulsos esenciales de sus miembros que no tienen cabida en el manido discurso oficial o en las edulcoradas calcomanías que se pegan en el auto. Para estas zonas más brumosas de lo humano, el secreto no es una cárcel sino una morada, el lugar que han encontrado para existir las cosas que se devalúan o pierden su sentido si se ponen en el logos racional del lenguaje. De este modo, el secreto es lo contrario del olvido, o incluso de la represión, y parece más bien un último refugio de subsistencia” (Torche, P.; “Larga vida a los secretos de familia”).
Se puede encontrar en la novela este tipo de secreto en el gozo del mundo interior de Jane al abrirse a la cultura y los estudios; su interés por el conocimiento crean en ella una interioridad íntima, valga la redundancia, que la protege de su entorno adverso y le abre puertas a nuevas oportunidades, tal como su puesto de institutriz. Esta formación intelectual se convierte en ese llamado refugio de subsistencia.
En otra línea “el secreto oculta una verdad y la esconde porque esta puede ser no deseada, inconveniente o incómoda, y para mantenerla oculta un personaje puede callar o disimular” (Lagos Jaque, M.A.; “Desentrañando silencios y secretos en «El secreto a voces» y «Nadie fíe su secreto» de Pedro Calderón de la Barca”). En la literatura inglesa del siglo XIX abundan personajes con este estilo, principalmente debido a que la cultura en ese ambiente se destaca por los característicos dandies que sobresalen por su personalidad de buena vida pública y viciosa vida privada; es evidente que incluso hoy en la cultura existe un modo incoherente entre lo que se opina y el modo de actuar ocupando una careta para disimular malos hábitos. En esa línea, por ejemplo, este es un tópico literario del que Oscar Wilde —otro autor británico del siglo XIX—, se regocija: lo utiliza de modo tal que ridiculiza a su público lector al lograr que ese mismo público se vea reflejado en personajes que mantienen las costumbres hipócritas que critican.
Ahora bien, esta cualidad traspasa fronteras, y quizás un precioso ejemplo de ello esté en “La dama del perrito”, de Chejov:
“Había llegado a tener dos vidas: una clara, que todos veían y conocían, llena de verdad y engaño condicionales, semejante en todo a la de sus amigos y conocidos; otra, que discurría en el misterio. Por una singular coincidencia, tal vez casual, cuanto para él era importante, interesante, indispensable…, en todo aquello en que no se engaña a sí mismo y era sincero…, cuanto constituía la médula de su vida, permanecía oculto a los demás, mientras lo que significaba su mentira, la envoltura exterior en que se escondía, con el fin de esconder la verdad […] quedaba de manifiesto. Juzgando a los demás a través de sí mismo, no daba crédito a lo que veía, suponiendo siempre que cada persona, bajo el manto del misterio como bajo el manto de la noche, se ocultaba la verdadera vida interesante. Toda existencia individual descansa sobre el misterio y quizás es en parte por eso por lo que el hombre culto se afana tan nerviosamente para ver respetado su propio misterio” (Chéjov, A.; “La dama del perrito”).
En la novela propiamente tal, aparece la estructura de un silencio forzado y luego tomado como costumbre. Jane entra en esa temática desde temprana edad por la familia que la recibe al momento de quedar huérfana, su tía. Así como la cita del comienzo remain silent (“permanece en silencio”) lo indica, ella fue una niña dejada de lado y derechamente agredida, por lo que guardando silencio desarrolla un gran mundo interior a través de la lectura que la culturiza y los dibujos que le permiten palpar lo que piensa e imagina. Esta cualidad se puede considerar como la principal característica de la protagonista. Sus decisiones son tomadas, generalmente, de manera muy sensible y denota una actitud sincera, pero no transparente; es difícil conocer lo que opina si ella no lo permite, reflejo de la infancia tan dolorosa que critica su individualidad. En ese sentido, Jane es un personaje misterioso, o bien, “secreto” en un sentido lacónico. Al mismo tiempo, la joven institutriz representa un ancla en Thornfield Hall, demuestra la capacidad de comunicarse con todos los habitantes del castillo por su versatilidad y prudencia; es interesante reconocer cómo entabla conversaciones sin abrir demasiado su propia intimidad. Su ejercicio de unión en el castillo se muestra, por ejemplo, en la incomunicación de la pequeña Miss Varens cuya lengua materna es el francés que aprende lentamente el idioma del Reino Unido, gracias a las pacientes lecciones de la protagonista. Esta pequeña tenía la posibilidad de abrirse con Jane así como lo hacía Mrs. Fairfax por no considerarla una sirvienta. El aislamiento de los personajes en el castillo es reflejo del peso de los secretos y silencios que este lugar soporta.
Así como la cita del comienzo remain silent (“permanece en silencio”) lo indica, ella fue una niña dejada de lado y derechamente agredida, por lo que guardando silencio desarrolla un gran mundo interior a través de la lectura.
Como se ha comentado anteriormente, existen distintos tipos de silencios y así también, distintos tipos de secretos; Jane Eyre presenta una gama de ambos. Jane protege su interioridad por pudor y a modo de precaución; Rochester, en cambio, guarda su peor secreto por miedo al escándalo social y al rechazo de su prometida. Esta aproximación ofrece un puente muy natural con los así llamados secretos de familia.
II. Los secretos de familia
Sin pretensión ninguna de adentrarnos en otras disciplinas, pero en necesidad de auxiliarnos de ellas, se suele reconocer en el ámbito psicológico el siguiente fenómeno: dolores especialmente profundos, sucesos avergonzantes o vivencias hondamente traumáticas que se silencian al interior de una familia, pero cuyos efectos se traspasan de una a otra generación; no logran sanación terapéutica precisamente debido a la ausencia de comunicación y visibilización. Esto implica su prolongación, reiteración o perpetuación. La prevalencia alta y la notable frecuencia de este fenómeno se reporta en textos de psicología: “Todas las familias tienen secretos porque ocultan algún suceso de algún antepasado que resulta doloroso y del que abominan o se arrepienten. Estos […] están cargados de intensos sentimientos de temor, vergüenza y culpa, y limitan la entereza y la libertad de los miembros de la familia” (Mansilla Izquierdo, F.; “Aproximación a los secretos familiares”). Ahora bien, puede haber secretos de familia positivos tales como proyectos, sueños, tradiciones tan íntimas que no se deberían compartir; me refiero a que no necesariamente se debe exponer toda la información de una familia para que esta tenga un buen pasar. La idea apunta, más bien, a que existen situaciones indispensables de poner sobre la mesa y transparentar tanto en medio de la familia como hacia las relaciones anexas.
Por su parte, la escritora argentina Juana Inés Casas, así lo evidencia; aludiendo a sus gustos literarios ha señalado: “Me fascinan los libros sobre familias que esconden secretos. Aunque decir esto no es decir mucho. Me cuesta pensar ahora en libros que no tengan secretos o no tengan familias. O en familias que no tengan secretos” (Casas, J.I.; “Secretos compartidos”). Luego de leer las citas, es inevitable hacer el nexo con el inicio de Anna Karenina, por el eco y la rememoranza de sus primeras líneas: “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada” (Tolstoi, L.; “Ana Karenina”). Todas las familias… en la literatura universal, en tanto expresión profunda de las realidades humanas, no podría estar ausente este elemento. Y Jane Eyre no se queda atrás al incluir misterios en sus episodios incluso antes de que el lector lo note, como es la personalidad dura y esquiva de Rochester, por ejemplo.
Puede haber secretos de familia positivos tales como proyectos, sueños, tradiciones tan íntimas que no se deberían compartir.
Baste pensar en “Al este del paraíso”, de John Steinbeck y el descubrimiento de Cal del oficio de su madre; o en El jardín secreto, de Hogdson, y el primo de Mary oculto y encerrado en una habitación. Sin mermar los méritos literarios de esta última novela, es fácil constatar que sesenta años antes ya se había utilizado el mismo recurso: Bertha Manson prisionera en la mansión de Rochester.
III. El secreto de familia en Thornfield Hall
El protagonista no concibe la esperanza de huir de su matrimonio arreglado, y al conocer a Jane encuentra una ilusión a la cual aferrar su futuro. Pero el peso de secretos de este calibre transforma al personaje en alguien rudo, seco; incluso pierde algo de cordura en aras de mantener su escudo de silencio. En el capítulo XXVII de la obra tiene lugar el diálogo que muestra un punto de quiebre en la trama dramática de la novela. El secreto clave de la obra se devela en toda su extensión y la genialidad de Brontë alcanza una nota cumbre en la reacción del personaje principal luego de la desgarradora confesión de Rochester: “Una pausa. ‘¿Por qué guardas silencio, Jane?’” [4].
A veces, el silencio surge por la saturación de sentidos, porque ocurre tanto en el ámbito psicológico, mental, espiritual… que el cuerpo no es capaz de elaborar una oración que exprese debidamente todo lo que está procesando internamente. Este es el caso de la protagonista, la confesión de su novio penetra en modo tal que solo se traduce en agudo y conturbado dolor. Por eso mismo, en lo personal, no termino de comprender la rápida disculpa, aunque silenciosa, que surge en ella: “¡Lector, lo perdoné en ese preciso instante […] perdoné todo, pero no en palabras, solamente en el interior de mi corazón” [5] y más adelante, su regreso a Thornfield Hall un tiempo después de haber decidido tan resueltamente su deber de alejarse: “Debo renunciar a mi amor e ídolo. Una palabra terrible compilaba mi deber intolerable, ‘¡Alejarme!’” [6]. Según la novela, ese amor incondicional que ella sentía de parte de Rochester y de ella hacia él, conforma razón suficiente para un matrimonio feliz. Probablemente, por la sensación de seguridad y pertenencia que recibe en el castillo, ya que por primera vez la tratan decentemente y le ofrecen un espacio para ella —su propia pieza— y un lugar en la mesa, en la conversación, un trato con estima en el hogar, casi como igual.
A veces, el silencio surge por la saturación de sentidos, porque ocurre tanto en el ámbito psicológico, mental, espiritual… que el cuerpo no es capaz de elaborar una oración que exprese debidamente todo lo que está procesando internamente.
Esta obra pone en manifiesto el precio de los secretos; si no se cuenta la verdad, si no se vive en la verdad, la casa se derrumba literal y emocionalmente. El secreto malo destruye familias y relaciones, quiebra la confianza; así ocurre con Jane que huye del castillo sin más y entra en otro hogar gracias a la generosidad de los Rivers; pero ya muestra dicho quiebre al ocultar su verdadera identidad y tomar el nombre Elliot. Ella no desea, tal vez por aflicción, tal vez por recelo, identificarse con la mujer que antes fue, aquella que estaba comprometida con un hombre casado. En el fondo, la transparente comunicación ausente en esta relación estalla en lo más anhelado por quien encubre el secreto, su deseo de felicidad y esperanza puestos en la novia que ama.
Notas
[1] “Jane, I don’t like cavillers or questioners […]. Be seated somewhere; and until you can speak pleasantly, remain silent.”
[2] “The rest is silence.”
[3] “Il n’est point de secrets que le temps ne révèle.”
[4] “A pause. ‘Why are you silent, Jane?’”
[5] “Reader!- I forgave him at the moment, and on the spot. […] I forgave him all: yet not in words, not outwardly; only at my heart’s core.”
[6] “I must renounce love and idol. One drear word comprised my intolerable duty- ‘Depart!’”
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Last modified: enero 22, 2025