2024 07 VirgenCoromoto 1

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En muchos países ―dentro y fuera del mundo hispanoamericano― cada vez se hace más frecuente el rechazo a la inmigración masiva. Prácticamente en todo el espectro político se ha acabado por afirmar que la inmigración irregular es un problema, o a sugerir deportaciones como solución a la crisis. En el caso de nuestra región, el origen del problema, no hay que olvidarlo, no es un interés más o menos difuso por buscar una vida mejor: se trata de una diáspora, un pueblo completo que no tiene más remedio que huir de la tiranía. Nuestros inmigrantes de hoy no son musulmanes, como en Europa, sino venezolanos. Según un informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), a fines de 2019 había al menos “3,6 millones de venezolanos desplazados en el extranjero”. Es indiscutible que dicho número no ha hecho sino aumentar. El caso ha sido catalogado como una de las emigraciones más grandes de la historia del hemisferio occidental. Ya no se habla sólo de crisis migratoria, sino de “éxodo”.

Según un informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), a fines de 2019 había al menos “3,6 millones de venezolanos desplazados en el extranjero”.

Mucho se ha escrito sobre esta crisis, sobre todo desde el punto de vista interno de cada nación. Pero quizás se ha reparado poco en un elemento interesante que ha acompañado a este pueblo que recorre el mundo en busca de un nuevo hogar. Familias completas han escapado de su tierra, llevando consigo poco más que lo puesto. Con los años, muchos buscan insertarse en las comunidades que los reciben. Pero hay algo de su propia patria que va casi siempre con ellos (además de alguna receta familiar de arepas): una imagen de la Virgen de Coromoto. Una devoción muy suya que, llamativamente, se ha expandido a lo largo de muchísimos países ―se cuentan imagenes de esta advocación en iglesias en España, Argentina, Perú, Chile, Costa Rica, México y Portugal―, como una materialización cultural concreta de la jaculatoria solacium migrantium ―“consuelo de los migrantes”―, incorporada a las letanías lauretanas por el prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el Cardenal Sarah, durante el pontificado del Papa Francisco.

La historia de esta imagen tiene su origen, cuentan los cronistas, con una aparición de nuestra Señora al cacique Coromoto. Como ocurriera también con la guadalupana, son “los indios” los que reciben este privilegio especial de la Madre de Dios. Ella le dice al cacique, en presencia de su familia: “Vayan a casa de los blancos y pídanles que les echen el agua en la cabeza y así poder ir al Cielo”. Le relataron lo ocurrido a un español que pasaba por el lugar, Juan Sánchez. A los pocos días, varios indígenas son enseñados en la fe y reciben el bautismo. Coromoto, sin embargo, se negaba a bautizarse, porque no quería someterse a los españoles. Entonces, el 8 de septiembre de 1652, la Virgen se apareció a él y a su familia en el llamado Monte de los Negros. Ante esto el cacique, en su obstinación, le disparó una flecha. La Señora desapareció, y dejó en sus manos un pequeño pergamino con la imagen estampada. Coromoto no quiso bautizarse, ni siquiera tras una tercera aparición. Huyó a la selva, donde lo mordió una serpiente, y allí pidió y recibió el sacramento. Su comunidad entera se convirtió y vivió la fe con fervor.

Un relato que muestra una identidad que trasciende las fronteras de la tierra y las diferencias de la sangre y el color de la piel.

Esa es nuestra hispanoamérica de la Cruz y de María, así es la hispanidad. Una historia de conversiones y de la síntesis tan propia de la cultura barroca latinoamericana. Un relato que muestra una identidad que trasciende las fronteras de la tierra y las diferencias de la sangre y el color de la piel. Una identidad evangelizadora: una misión histórica que, al decir de Ramiro de Maeztu, “consiste en enseñar a todos los hombres de la tierra que si quieren pueden salvarse, y que su elevación no depende sino de su fe y su voluntad” (Maeztu, R.; “Defensa de la Hispanidad”)… Y quizás, cara a la crisis migratoria, algo tiene que decirnos la historia de la Virgen que acompaña a este pueblo que viaja en busca de nuevas raíces.

Autor: Vicente Hargous

Editor Revista Suroeste

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