
marzo 21, 2025• byJosé Díaz Nieva
Un jesuita que dejó huella en Chile
El 21 de septiembre de 1935 fallecía en Santiago el padre Fernando Vives Solar, siendo enterrado en la cripta que los jesuitas poseían en el Cementerio Católico, tras ser velado en las dependencias del Colegio San Ignacio, donde desempeñó su docencia y apostolado. En sus exequias el poeta Diego Dublé Urrutia (recientemente convertido al catolicismo, al parecer por influencia del escritor Paul Claudel) manifestaba la dicha de la existencia de sacerdotes como el finado:
Pocos podrán comprender todo lo que significa para la paz y el gozo del alma, para la recta formación espiritual de los que, desde lejos e impulsados por el amor a la verdad y a la justicia, llegamos al catolicismo, la gracia de encontrar en el espinoso camino, almas sacerdotales en quienes aquella hambre y sed de justicia de las que habló el Divino Maestro, puede hallar satisfacción cumplida o siquiera el camino más recto para alcanzarla. (El Mercurio, 24 de septiembre de 1935).
Pero ¿quién era este sacerdote que en más de una ocasión había entrado en confrontación con la jerarquía eclesiástica, sus superiores, y con los ambientes más conservadores y reaccionarios de la clase política del momento? Por sus apellidos pronto nos daremos cuenta de que estará íntimamente ligado a personajes como el historiador Alberto Edwards Vives, de políticos como el fundador de la Falange Nacional Rafael Agustín Gumucio Vives, del liberal Rafael Vives Vives, del conservador Eulogio del Solar Quiroga… pero también ―aunque se reconoce que forzando el asunto― de otraos figuras, como el poeta Vicente García Huidobro [1].
Al realizar sus votos perpetuos formuló su propósito de dedicar su apostolado a servir a los pobres:
Nuestro hombre nacía en Santiago de Chile un 24 de marzo de 1871, siendo el cuarto vástago del matrimonio configurado por Daniel Vives Pomar y Esther del Solar Quiroga. Pese a sus lazos familiares con cierta aristocracia pertenecía a un sector de clase media. Estudió en el Instituto Nacional y posteriormente ingresó a la Facultad de Derecho, primero en la Universidad de Chile y posteriormente en la Universidad Católica, sin culminar dichos estudios. En 1896 se incorporó al Seminario Conciliar, ingresando, un año después, a la Compañía de Jesús.
En 1899 realiza sus primeros votos religiosos, siendo enviado al monasterio de Veruela en Aragón, para continuar su formación en humanidades clásicas y filosofía. Culmina este período formativo en Tortosa del Ebro, donde es ordenado sacerdote en julio de 1908. Previamente había pasado por Argentina como novicio en el seminario jesuita de Córdoba. Al realizar sus votos perpetuos formuló su propósito de dedicar su apostolado a servir a los pobres: “en todos los ministerios propios de nuestro Instituto, empleando en ellos todas mis aptitudes y fuerzas así corporales como espirituales por desear parecerme e imitar a Cristo nuestro Señor, cuyo trato y conversación ordinaria fue con los desheredados de la fortuna” (Vives Solar S.J., F.; Manresa, 8 de diciembre de 1908 [2]).
De regreso a Chile, a fines de 1909, se integró al colegio San Ignacio como profesor de historia encargándose de organizar los Círculos de Estudios Sociales. Pero la fuerte personalidad del personaje pronto le haría chocar con el rector del colegio. Uno de estos roces se relaciona con una conferencia dictada por Rafael Luis Gumucio, imaginamos que sobre la Cuestión Social; ello motivaría que se le ordenara viajar a Buenos Aires a entrevistarse con el Padre Ramón Crexans, superior de la Misión Chileno-Argentina, pero el regreso del padre Vives se retrasaría cuatro años. De esta época no se puede dejar de mencionar la fundación de los Sindicatos de Choferes y el de Empleadas de la Aguja, ambos impulsados por el propio Vives.
Años después, en la dedicatoria de su libro sobre sindicalismo, [el padre Hurtado] le describía como un “apóstol de la redención proletaria”, a quien debía su vocación sacerdotal y su accionar social.
A su regreso de Argentina es invitado por José María Caro a las jornadas de la Semana Social de Iquique, en las que también participaría su compañero el padre Jorge Fernández Pradel. Sin embargo, no tardaría mucho tiempo en volver a ser enviado al exilio, esta vez a su añorada España, en una estancia que se prolongaría hasta 1931. De su paso por la Madre Patria puede destacarse su relación con personajes como José María Gil Robles y José María Pemán, entre otros, o la fundación de la Asociación Española de San Rafael, destinada a proteger al emigrante, o las organizaciones de excursiones sociales de jóvenes a Italia, Francia o Bélgica, verdaderos laboratorios de la acción de los llamados sacerdotes obreros. Sobre esos años diría:
En mi ausencia de Chile he permanecido en España, en donde me dediqué al estudio de los problemas sociales y de muchos otros de gran interés. Más tarde recorrí Europa, dedicándome al estudio de la organización obrera. Estuve en la Oficina Internacional del Trabajo, de la Sociedad de las Naciones, como representante de España, en una sección de inmigración y en cada uno de los puntos donde estuve, estudié con especial interés todas aquellas materias que dicen relación con los problemas sociales, teniendo siempre mis ojos puestos en Chile (Vives Solar S.J., F.; La Acción, 20 de septiembre de 1931).
De aquellos primeros años viene su relación con dos personajes que no se pueden pasar por alto, la de un destacado y comprometido dirigente sindical y la de un santo. El primero ―Clotario Blest― conocería al padre Vives en el Seminario de Santiago, y encontraría en el sacerdote al padre que no llegó a conocer. Sobre él diría:
El padre Vives reunía a varios jóvenes y conversábamos de amigo a amigo, nunca nos presionaba, y tenía tanto sentido pedagógico y apostólico que decía: “ustedes deben trabajar para la redención de los pobres, para que no sean explotados, pero sin hacer proselitismos. Jamás a nadie díganle que vaya a la Iglesia. Tienen que llegar a la Iglesia de Cristo y a su doctrina a través del ejemplo de ustedes” … La derecha lo detestaba y usaba su influencia para expatriarlo… Él fue el hombre que me señaló el camino, mi primer maestro, el que me hizo comprender la injusticia social y el verdadero y único deber cristiano: la entrega total a sus semejantes sin esperar ninguna recompensa (Blest, C.; Entrevista de Mónica Echeverría, 6 de junio de 1979 [3]).
Pero si importante fue la influencia de Vives en Don Clota, mucho más lo fue, o por lo menos más significativa, su relación con Alberto Hurtado, a quien había conocido como estudiante en el colegio San Ignacio, y del que fue guía espiritual. Pese a la distancia por ese exilio forzado el padre Vives seguía los pasos de su discípulo y de su relación se guarda una rica correspondencia llena de mutuo aprecio y religiosidad. Ambos se reencontrarán durante la estancia del santo en Barcelona, donde el padre Vives había fundado la Asociación de la Juventud Hispanoamericana, y donde acudía al puerto de la ciudad ―o a la estación de trenes― a recibir a cuanto estudiante hispanoamericano acudía a la ciudad condal. Al enterarse de su fallecimiento el padre Hurtado aún permanecía en Europa, y en una carta al viceprovincial ignaciano, el catalán José Llussá, escribía:
fue él el instrumento escogido por Dios para despertar en mí la vocación de la Compañía, y después continuó siempre interesándose con especial cariño por mi formación… Su carta me ha hecho volver a recordar los días del Colegio, tan llenos para mí de la presencia del padre Vives. Sus clases de historia, tan interesantes, tan llenas de vida, salpicadas de anécdotas, en las que a cada paso se revelaba su carácter tan humano, bondadoso… (Hurtado, A.; Carta a José Llussá, fechada el 21 de septiembre de 1935)
Años después, en la dedicatoria de su libro sobre sindicalismo, le describía como un “apóstol de la redención proletaria” [4], a quien debía su vocación sacerdotal y su accionar social.
Pero volvamos a los datos biográficos del padre Vives. En 1931 regresa nuevamente a Chile, y sin dudarlo un instante comienza de forma inminente a impulsar diversos proyectos tendentes a encaminar a sacerdotes, jóvenes, obreros o industriales en la defensa de los ideales socialcristianos. Organiza e impulsa para ello organizaciones como la Liga de Acción Sacerdotal, la Liga Social de Chile o el Secretariado Económico Social de la Acción Católica, la Unión de Trabajadores Católicos, la Vanguardia Obrera Juvenil o el Instituto Social Católico.
Se refería al Partido Conservador como “un conglomerado de añejeces, ambiciones e ignorancias”, recomendando que “los afiliados a la democracia cristiana han de prescindir del Partido Conservador”. Se recomendaba “ni atacarlo, ni defenderlo”, dando libertad para “seguirlo o dejarlo” (Vives, F.; Carta a Alberto Hurtado, Santiago, 7 de enero de 1932).
Por aquel entonces se va a producir una fuerte polémica en el seno de la juventud ligada a la Acción Católica, sobre la cual el padre Vives ejercía una fuerte influencia. Para ello debemos retrotraernos a 1933, para aquel entonces la influencia del Partido Conservador sobre los sectores juveniles estaba bajo mínimos, por no decir que era nula. La mocedad que se encontraba en la Acción Católica era reacia a incorporarse a sus filas y algunos obispos encabezados por el arzobispo de Santiago, José Horacio Campillo, presionaban para que esta ingresara a las filas peluconas, inyectando sangre nueva en su viejo y centenario tronco. El sector que militaba en la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos se incorporó prácticamente en masa, pero no ocurrió lo mismo con aquellos jóvenes integrados en la Liga Social, quienes incluso fueron amenazados con la excomunión por haber realizado ―supuestamente― afirmaciones heterodoxas en el primer número de su boletín. Las razones para no secundar la petición del arzobispo serían las mismas que el padre Vives ya había manifestado con anterioridad al padre Alberto Hurtado. Este se refería al Partido Conservador como “un conglomerado de añejeces, ambiciones e ignorancias”, recomendando que “los afiliados a la democracia cristiana han de prescindir del Partido Conservador”. Se recomendaba “ni atacarlo, ni defenderlo”, dando libertad para “seguirlo o dejarlo” (Vives, F.; Carta a Alberto Hurtado, Santiago, 7 de enero de 1932). Esta sería la división entre el grupo encabezado por Eduardo Frei, Manuel Antonio Garretón e Ignacio Palma, y el encabezado por Jaime Eyzaguirre y Julio Philippi.
Muchos vieron la actitud que tomaron los jóvenes de la Liga Social de la mano del padre Vives. Este se referiría al asunto poco tiempo antes de su fallecimiento en una entrevista en la revista PROA. Ante la pregunta de cuál debería ser la misión de la juventud frente al problema social y político, respondía:
En Chile noto un gran resurgimiento intelectual y espiritual de parte de la juventud. Ésta debe primero formarse, estudiar a fondo los problemas y conocer las soluciones, que, a mi juicio, no son otras que las propuestas por los pontífices en sus encíclicas. En seguida debe la juventud acercarse al pueblo con amor de preferencia, conocer su idiosincrasia, y servirlo con sinceridad y desinterés. Misión especial de la juventud es también formar grupos escogidos de obreros para que puedan influir directamente en su clase, cumpliendo así lo que pide Pio XI, que el obrero sea influido por el mismo obrero. Esta obra la puede hacer mejor la juventud poniéndose en íntimo contacto con la juventud obrera. En cuanto al problema político, no me toca a mi pronunciarme. Pueden ver la carta del cardenal Pacelli dirigida a los obispos chilenos (Vives Solar S.J., F.; Entrevista, en PROA, julio de 1935).
Se recuerda que la carta del cardenal Pacelli era el documento con el que la Santa Sede daba la razón a los integrantes de la Liga Social sobre los intentos forzados de su incorporación al Partido Conservador. Se recuerda que ―incluso― desde algunos sectores de éste (Héctor Rodríguez de la Sotta) se veía con reticencia las encíclicas papales sobre la Cuestión Social.
La citada entrevista levantó resquemores, y desde la misma orden jesuítica se le prohíbe publicar cualquier artículo o reportaje que no hubiese pasado la previa censura eclesiástica (Llusá, J.; Carta, 18 de julio de 1935 [5]); pero los días del padre Vives en este mundo estaban por finalizar, siendo llamado a la Casa del Padre dos meses después. Resulta curioso ―o tal vez no tanto― que la prensa conservadora apenas dedicara algunas notas al fallecimiento y exequias del sacerdote. Entre las columnas dedicadas al mismo destaca la de uno de sus más cercanos colaboradores, el padre Guillermo Viviani, en ella se recuerda como el padre Vives “se hacía peligroso para todos los que temen las innovaciones sociales y las rechazan, aun antes de saber si son ellas conformes o no con el Evangelio… muchos sectores sociales veían en él un reformador inconveniente”; pese a ello también se remarcaba que todos reconocían en él “su piedad acrisolada y su intensa vida espiritual” (Viviani, G.; en El Diario Ilustrado, 23 de septiembre de 1935).
Quién sí dedicó espacio al mismo, como era de esperar, fue la revista Falange, órgano de la Liga Social, con artículos de muchos de sus discípulos y colaboradores, tales como Pablo Larrain Tejada, Manuel Larraín Errázuriz, Jaime Eyzaguirre, Julio Phillipi o Jaime Larraín García-Moreno. Este último insistía en el tema apuntado por Viviani: “su obra fue atacada por muchos porque la consideraron divisionista y perjudicial. Sin embargo, nadie atrajo, al llamado de la Iglesia en los últimos años, mayor número de jóvenes y obreros. No vivió sobre el pasado, se preocupó de forjar el provenir” (Larraín García-Moreno, J.; Falange, n° 17, 29 de octubre de 1935).
“Desde algunos sectores [del Partido Conservador] se veía con reticencia las encíclicas papales sobre la Cuestión Social”.
Estas breves líneas no pueden concluirse sin hacer referencia a algunas manifestaciones del propio padre Vives sobre el tema de la Cuestión Social, sobre el problema del comunismo, y las responsabilidades del capitalismo en su expansión y fortalecimiento. Sobre este punto baste algunas referencias que se pueden encontrar en las recopilaciones que sobre su obra existen. En una de ellas, y con carácter general, se refiere al comunismo como el hijo natural del capitalismo, y como tal su seguro sucesor:
El régimen capitalista está caracterizado por la anarquía de la producción que engendra las crisis económicas y las guerras. Divide la sociedad en dos clases enemigas: de un lado los capitalistas, cada día menos numerosos, y del otro los proletarios cuyo número crece constantemente. Tarde o temprano, esta máquina mal ajustada se romperá. El capitalismo conduce, pues, al comunismo: es su heredero natural. Sin apresurarse, por el solo concurso de las circunstancias, el comunismo verá llegar la hora de su triunfo (Vives Solar S.J., F.; en La Unión, 22 de julio de 1932).
En otra ocasión este problema lo lleva al campo del agro, tema que ya había sido denunciado entre otros por autores tan dispares como Juan Enrique Concha o Tancredo Pinochet:
Chile está más preparado que ningún otro país para que germinen las ideas comunistas, pues la mala distribución del capital es la causa determinante del comunismo. La mejor forma de evitar el avance del comunismo es yendo a la subdivisión de la tierra, creando el pequeño agricultor y dándole todo el bienestar posible (Vives Solar S.J., F.; en La Acción, 20 de septiembre de 1931).
En un artículo titulado “Causas y dificultades del problema social en Chile”, insistía sobre el mismo tema y hacía un llamado a la responsabilidad de los católicos:
La miseria creciente de los pobres, el trabajo pesado de las mujeres y los niños, la carencia de una verdadera educación religiosa de la juventud, la degradada condición de los obreros, el notorio egoísmo de muchos capitalistas, el abuso de aquellos ricos que sólo buscan el placer, la desigual repartición de los cargos públicos, el impuesto que no cae justamente sobre las ganancias e industrias de los poseedores de los negocios, la continuación de una crónica desocupación… todas éstas y otras formas de despotismo, injusticia y anarquía que forman el tema de la acusación socialista, exigen también una austera condenación de quienes profesan la fe católica (Vives Solar S.J., F.; en PROA, junio de 1935).
En el fondo el padre Vives se adelanta a lo que posteriormente afirmarán Alberto Hurtado, los líderes de la Falange Nacional o incluso destacados nacionalistas como Jorge Prat: la lucha contra el comunismo no puede olvidar, ni obviar, la causa que alentó el nacimiento de este: las injusticias que producen algunas manifestaciones del capitalismo. A desvelar y denunciar este problema dedicó y entregó su vida, siendo combatido por las élites políticas del conservadurismo e incomprendido por la jerarquía eclesiástica que claudicó ante las presiones de aquellas.
Profesor Universidad Santo Tomás (Chile)
Notas
[1] En este caso el parentesco se reconoce que es mucho más rebuscado y tangencial: el padre Vives era primo hermano de Eugenio Solar Armstrong, casado con Tránsito García-Huidobro García-Huidobro, tía del citado poeta (quien, como es sabido, firmaba como “Vicente Huidobro”).
[2] Existen dos recopilaciones de textos del Padre Vives; sus palabras que citamos en este artículo se obtuvieron de ambos: Cid, F.J.; “El Humanismo de Fernando Vives Solar” (Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, Santiago de Chile, 1976) y Sagredo, R.; “Escritos del Padre Fernando Vives Solar” (DIBAM – Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago de Chile, 1993).
[3] La entrevista se encuentra en Echeverría Yáñez, M.; “Antihistoria de un luchador. Clotario Blest 1823-1990” (LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2014).
[4] Hurtado, A.; “Sindicalismo: historia, teoría, práctica” (Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1950).
[5] Hurtado, A.; “Cartas de san Alberto Hurtado, S.J.” (Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile, 2017).
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Last modified: abril 2, 2025